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Actualizado: 9 de julio de 2025
A decir verdad, más de un montañés valiente, padre de familia, al ver subir aquella selva de bayonetas, a pesar de las descargas, pensó que quizás hubiera sido más prudente haberse quedado en la aldea que meterse en una aventura semejante. Pero, como dice el refrán, «cuando el vino está servido hay que apurar las copas».
Y allí permanecieron aun más tiempo. ¡Cuán sombrío les parecía el sendero que llevaba á la población, donde Ester Prynne cargaría de nuevo con el peso de su ignominia y el ministro se revestiría con la máscara de su buen nombre! Y así permanecieron un instante más. Ningún rayo de luz, por dorado y brillante que fuera, había sido jamás tan precioso como la obscuridad de esta selva tenebrosa.
Se me ha ocurrido, pues, la idea de que, acaso bajo el título de La selva confusa, se halle la comedia de Calderón, que se creía perdida, titulada Certamen de amor y celos, porque por lo menos el argumento de la una y la firma de la otra concuerdan á este objeto.
Esta calzada, hecha nada mas que con tierra, perfectamente trazada, y de un tránsito fácil en todo tiempo, conduce á una selva tambien de dos leguas de largo, y poblada de palmas motacúes y de variedad de árboles muy hermosos, que guarnecen un suelo arenoso, lleno de tierra negruzca, muy conveniente para las labranzas.
Y las locas carreras por la huerta, cuyas más hermosas frutas le pertenecían, y por el bosque umbrío, selva virgen para su joven imaginación que aumentaba todas las cosas y daba al minúsculo estanque las proporciones del lago Ontario.
La viviente mancha obscura, las incontables ballestas las innumerables lanzas juntas cual lluviosas hebras, todo obscuro como el bosque que guarda sus madrigueras, todo inquieto cual las ramas que sacude la tormenta, preséntase prolongando la espesura de la selva. ¿Qué es aguardar?
Pero la fortuna ordenó las cosas muy al revés de lo que él temía. Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último dél vio gente, y, llegándose cerca, conoció que eran cazadores de altanería.
Un afluente arroyuelo, que de la selva umbría desciende entre peñascos, la baña con amor; y un chorro le regaba por tosca cañería, que en la callada noche es canto y melodía y néctar cristalino del día en el calor.
Allí donde existe, en todo el globo, un grupo de hombres recién instalado que lucha con la selva, los pantanos, las fiebres y las bestias, allí se presenta inmediatamente el comisionista rubio con su muestrario; y para no perder el tiempo, aprende durante el camino a balbucear el idioma del país.
¿Es por ventura el mundo tan estrecho? exclamó Ester fijando su profunda mirada en los ojos del ministro, y ejerciendo instintivamente un poder magnético sobre un espíritu tan aniquilado y sumiso que apenas podía mantenerlo en pie. ¿Se reduce el universo á los límites de esa población, que hace poco no era sino un desierto, tan solitario como esta selva en que estamos? ¿Á dónde conduce ese sendero?
Palabra del Dia
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