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Aunque los templos no ofrecían seguro asilo, y algunos, como el de San Sebastián, estaban en el suelo, abriéronse las puertas de las principales iglesias, cuyas comunidades elevaban preces al Altísimo, en unión del aterrorizado pueblo, que buscaba refugio en la casa del Señor.

Comenzó pronto su carrera artística, y desde muy joven fué considerada como inimitable en el desempeño de los papeles de primera dama. Más tarde estuvo en Francia con la compañía de Sebastián de Prado, representando allí más de once años con general aplauso.

Verano e invierno, nunca oigo las cuatro en la cama; tengo la dentadura completa y como lo mismo que cuando don Sebastián venía con su sotana roja de monago a quererme quitar una parte del almuerzo. Vosotros los Luna siempre habéis sido flojuchos; tu padre, antes de llegar a mi edad, no podía menearse y se quejaba del reúma y de la humedad de este jardín.

Dicen que San Sebastián era antes un pueblo perdido, un pueblo de haraganes y de borrachos. Allí sólo las mujeres trabajaban.... ¡Ahora es otra cosa! Papá consiguió que le oyeran, y hoy todo anda a las mil maravillas. Ha puesto escuelas; una de niños y otra de niñas. La iglesia no es ya la que encontramos, fría, húmeda, pavorosa. Papá la ha puesto como una tacita de plata.

A haber sustentado este pozo, remediara mucho la necesidad que se pasaba, y no se nos morían los caballos de sed, por no querer nunca beber de la salada. Cincuenta ó sesenta pasos deste pozo estaban otros dos de la misma suerte de agua. Un siciliano que llamaban el Capitán Sebastián se ofreció á sacar agua dulce para beber de la de la mar.

Hablan de que Juanito es su nieto, y que su padre, que murió, y aparecía como sobrino de Su Eminencia, era un hijo que tuvo de cierta señora cuando fue obispo en Andalucía. Pero esto no parece irritar mucho a don Sebastián. Otra cosa le enfurece, hasta inflamarle la fístula y ponerlo hecho un demonio: que hablen de doña Visitación. ¿Y quién es esa señora?

En pie se pusieron todos. ¡Tuyo no es nada! contestó el primo Sebastián, que adelantó un paso hacia Bonis, ofreciendo a la consideración de los presentes su fornida musculatura, su corpachón que parecía una fortaleza. Marta, sin pensar en lo que hacía, le apoyó una mano sobre el hombro, como animándole al combate. Se conoce que confiaba más en la pujanza del primo que en la del tío, su futuro.

Porque en San Sebastián no hay arriba de doce temas para artículos. Los corresponsales madrileños que vienen aquí hacen las mismas crónicas cada temporada. Yo conozco a un compañero que lleva ya quince sobre la lluvia. Es un especialista. ¿Cómo se explica el que esta municipalidad, tan adelantada en otras cosas, no se haya cuidado nunca de darle temas a los escritores?

Desgraciadamente, un día los hombres inventaron los bolsillos, y desde entonces cada uno trata de meter en los suyos lo que debiera estar a la disposición de todos... En el Casino de San Sebastián, los empleados de las mesas de juego carecen de bolsillos.

Pero Sebastián encontró el libro en una alacena, se lo llevó a su cuarto, y empezó a copiarlo a deshoras de la noche, a la luz del cielo, que en verano es muy claro, o a la luz de la luna.