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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Y tanto bregó, luchó, suplicó, transigió y aun especuló, que al cabo de algunos años iban en vías de salvarse de las garras de los acreedores las tierras más tradicionales y las dos más ricas dehesas de la opulenta casa.

En aquel momento de angustia, Morsamor cayó en el agua y pensó salvarse nadando, pero pronto sintió un peso que le oprimía, que le estorbaba nadar y que fatalmente iba a ahogarle. Despavorida donna Olimpia, pálida por el miedo de la muerte, frenética de terror y de funesto cariño, se había agarrado a Miguel de Zuheros, ciñéndole y estrechándole entre sus brazos.

He aquí el epitafio que improvisó el versolari Echehun de Zugarramurdi en la tumba de Zalacaín el Aventurero: Lur santu onctan dago Martín Zalacaín Eriotzac hill zuen Bazan salvatucó Eliz aldeco itzalac Gorde du beticó Bere icena dedin Honratu gaur gueró Aurrena Euscal Errien Gloriya izatecó. La muerte lo hirió, pero él logró salvarse.

Averiguó, en fin, de una vez para siempre, que el hombre no puede salvarse del dolor y de la muerte por la razón, sino por la Fe, esto es, por un conocimiento distinto y superior del que aquélla puede darnos. Desde que este conocimiento iluminó su espíritu, alcanzó la felicidad absoluta.

Yo le decía que hiciera como los demás; pero ¡qué esperanza! Siempre me respondía lo mismo: «Ante todo el deber, Petrona». Claro que el deber es el deber; pero también quedarse medio fundidos cuando los demás, hijita, hacen lo que hacen, tratando de salvarse, aunque haya que clavar a medio mundo... No te apures, Petrona; todo se ha de arreglar. Hijita, no cómo.

Entonces se dió cuenta de que llevaba teñidos los cabellos. Había huído por salvarse, se había mostrado humilde y medroso al ser alcanzado, creyendo que aún le era posible mentir. Pero el papel que deseaba hacer desaparecer dentro de su boca estaba en manos de los enemigos... ¡Resultaba inútil fingir más!... Y se irguió orgulloso, como todo hombre de guerra que considera su muerte cierta.

«Corriente, pero aquello de disgustarse de todo era poco divertido. ¿Qué iba él a hacer mano sobre mano un verano entero sin baños, ni bromas en las aguas de Termasaltas?». «Y quedaba el rabo por desollar. La cuestión de salvarse o no salvarse. Aquello era serio.

Ana oró, con fervor, como en los días de su piedad exaltada; creyó posible volver a la fe y al amor de Dios y de la vida, salir del limbo de aquella somnolencia espiritual que era peor que el infierno; creyó salvarse cogida a aquella tabla de aquel cajón sagrado que tantos sueños y dolores suyos sabía....

No por cierto, porque el Estrecho es muy angosto en partes: dicen aun los modernos que es de sola media legua, y por esto es cosa fácil el salvarse los naufragantes.

Después la había admitido forzado por ella, por secundarla, por salvarla, cuando la rusa creía aún salvarse por ese medio.

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