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Los tristes pajarillos gorjearon durante algunos minutos uno o dos trinos plañideros, emprendiendo luego el vuelo hacia la parte de Saint-Point, delante de nosotros.

Cuantas veces reflexiono en nuestra soledad, recuerdo los muchos nidos que tantas veces he visto durante el otoño bajo los álamos del patio de Saint-Point; en lugar de los pequeñuelos hay nieve, y el viento se va llevando sus pajas, ¡una a una! Así es nuestra casa en la actualidad. 18 septiembre de 1825.

No podemos olvidar en nuestra dedicatoria a los amigos de la comarca donde vivió ella, los servidores ya viejos que no pronuncian su nombre sin verter una lágrima, ni a los labradores, cuyas pisadas desde hace veintiocho años, han privado de crecer hierba en el camino que conduce a su sepultura. Saint-Point, 2 de noviembre de 1858. Hoy es el 2 de noviembre, día llamado de difuntos.

Me ha traído una magnífica araña para mi sala de Mâcón, y bastante dinero, pues ha comprendido que andaba yo algo escasa por mis muchos gastos y recelos de mortificar a mi pobre marido. Estoy muy contenta por que mis hijos quieren pasar el invierno en Mâcón en compañía nuestra; ahora se encuentran en Saint-Point.

Determiné, por lo tanto, elevar un modesto panteón de familia donde poder reunirnos, si Dios quiere dejarnos morir, donde juntos habíamos vivido, sufrido y amado tanto. El sitio y la disposición del jardín de Saint-Point se prestaban perfectamente a la realización de mi idea. Hay una colina elevada, como el pedestal de un templo antiguo, en medio del valle que conduce a la iglesia y al castillo.

Hoy han salido mis hijos para Italia, donde fijarán su residencia. ¡Ay! ¡cuán sola he quedado en este retiro de Saint-Point! No puedo adivinar cuánto tiempo durará esta situación. Ya estamos en la ciudad; no pudiendo dedicarse a la caza, mi marido no está bien en el campo.

Durante aquella lúgubre noche, junto al féretro, del que por la mañana debía separarme, el instinto de ternura que residía en ante la última separación, me hizo concebir y combinar maquinalmente la creación de semejante sepultura; ya había yo empezado a entreverla allá en Mâcón, y ya había también obtenido del Gobierno autorización de colocar el ataúd bajo las losas de la iglesia, dentro de la vasta sepultura de los antiguos señores de Saint-Point, de la ilustre casa de los Rochefort. ¡Cuánto yo hubiera dado entonces para que el milagro que se produjo un siglo antes en aquella misma sepultura, se hubiese reproducido ante mi vista y la de mi padre!

He dado principio a un trabajo que acaso durará lo que mi vida. Consiste en una alfombra tapizada para el gabinete que Alfonso tiene en Saint-Point.

He aquí lo sucedido: Una joven marquesa de Saint-Point, a la que se creyó muerta a causa de un prolongado desvanecimiento, acababa de ser enterrada en una fosa abierta en la bóveda de la sepultura; ya la piedra que debía cerrarse bajo los pies del sacerdote estaba colocada sobre el sepulcro.

Creía yo que la eterna distancia había de acortarse entre aquella alma y la mía si sus restos descansaban a la sombra de nuestra morada, en el vecino cementerio junto a la iglesia de Saint-Point.