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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Situose después en uno de los vértices de este rectángulo, y principió un canto monótono, meciéndose de aquí para allá al compás de una lúgubre melodía. Esperamos inmóviles, y, dominando el canto, oíamos las campanas de los relojes de la ciudad, y las sacudidas de un carro que rodaba por la calle sobre nuestras cabezas.
Terror inmenso llenaba su alma al ver que Maxi decía lo que decía con expresión de la más grande seguridad. Pero lo último que a Fortunata le quedaba que oír fue esto, dicho con exaltación de iluminado, y con atroz recrudecimiento de las sacudidas nerviosas de la cabeza: «Ha sido una revelación. El espíritu que me instruye me ha traído anoche esta idea... Misterio bonitísimo, ¿verdad?
Las velas altas, que eran muy grandes, podían hacer que el junco se inclinara a estribor hasta hacerle embarcar agua si el viento arreciaba. Hubo, pues, que recogerlas. El Capitán y Hans se apresuraron a plegar la de trinquete, y Cornelio y el chino la del palo mayor. Esta maniobra se efectuó al punto, a pesar de las sacudidas que daba el junco y de la violencia del viento.
Marcos Divès costeaba el muro, marchando por la nieve; su caballo, acostumbrado sin duda a aquel camino, relinchaba, alzando la cabeza y bajándola hasta el petral, con bruscas sacudidas. El contrabandista se volvía, de vez en cuando, para dirigir una mirada a la meseta de «El Encinar», que se hallaba enfrente. De improviso exclamó: ¡Ya se ven los cosacos!
Situada cerca de la costa, a orillas del río Guayas, y al nivel del mar, es una ciudad tropical, pero activa y progresiva. Como en estas regiones son frecuentes los terremotos, gran parte de las casas de Guayaquil se construyen de bambú, porque este material resiste mejor que otro las sacudidas de los temblores. Otras ciudades de importancia son Cuenca, Riobamba y Bahía.
Al mismo tiempo sacó las provisiones del cesto. Y aquí tiene usted un poco de dinero añadió abriendo el portamonedas. ¡Venga, venga el dinero! exclamó la enferma, abriendo con ademán de fiera las largas y huesudas manos sacudidas por un calofrío... ¡El dinero! ¡El dinero!
Su gran torso de atleta, se movía convulsivamente sobre el lecho, incorporándose unas veces, otras dejándose caer, mientras las manos temblorosas y crispadas se ocupaban instintivamente en tirar de la ropa, que a impulso de sus bruscas sacudidas se le marchaba.
Palabra del Dia
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