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Actualizado: 17 de junio de 2025
La huerta seguía risueña y rumorosa, impregnada de luz y de susurros, aletargada bajo la cascada de oro del sol de la mañana.
La cuadra se llenaba de sombra; pero la hija del escudero no tardó en presentarse, protegiendo con su mano las llamas de un dorado velón, y alumbrada ella misma como imagen entre cirios. En pocos años, la letárgica mansión habíase convertido en la más visitada y rumorosa de Avila del Rey.
Jaime comenzó a ascender por la peñascosa ladera, camino de la torre. Los tamariscos erguían su áspera y rumorosa vegetación de pinos enanos, que parecía nutrirse de la sal disuelta en el ambiente, hundiendo sus raíces en la roca.
La rumorosa capital parecía descansar a la sazón; su ensordecedor ruido había cedido el paso a ese murmullo apagado y armonioso que por lo incesante parece la respiración de la ciudad dormida. Allá, al extremo del jardín, cantaba un ruiseñor cuyos acentos suaves y melodiosos al principio convertíanse de pronto en brillante cascada de notas claras y agudas.
Por fin, se incorporó; y la empapada cabellera estirose fuera del agua, rígida, pesada, rumorosa, al modo de las algas, cuando la ola desciende.
El balcón del gabinete daba al Parque: incorporándose en el lecho, veía detrás de los cristales las copas de algunos árboles que brillaban con la hoja nueva, rumorosa, tersa y fresca. Gorjeos de pájaros y rayos de un sol vivo, fuerte y alegre la hablaban de la vida de fuera, de la naturaleza que resucitaba, con esperanza de salud y alegría para todos.
Le gustaba el cementerio de San Martín, con su rumorosa vegetación de jardín abandonado, porque ofrecía la belleza de la Muerte tal como él la había concebido. La Muerte no era un esqueleto de burlesca risa y grotescas cabriolas, cual la representaba el bárbaro arte de la Edad Media en su horror a la carne.
La voz de los croupiers se elevaba sobre este silencio febril de colmena bullente como la del oficial que ordena una maniobra. «Hagan sus juegos...» «¿El juego está hecho?...» «No va más.» El silencio perdía su envoltura rumorosa; se iba adelgazando.
Palabra del Dia
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