Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de junio de 2025
Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.
Y el tiempo apremiaba, y era preciso dejar sin tardanza el hospitalario albergue. Y se dió la orden para que se aparejaran los rocines; y llegó el caso de que los expedicionarios bajaran al portal con las espuelas calzadas; y montaron todos..., ¡y todavía no se cruzaron entre don Simón y don Recaredo otras palabras que no fueran lisonjas, cumplidos y finezas!
Se le murieron los rocines y tuvo que entramparse para comprar otros. Lo que le valía el continuo acarreo de pellejos hinchados de vino ó de aceite perdíase en manos de chalanes y constructores de carros, hasta que llegó el momento en que, viendo próxima su ruina, abandonó el oficio.
Un cochecillo desvencijado, tirado por dos flacos rocines del país, entró al mismo tiempo por el puente de Catalangua, atravesó velozmente el prado y vino a detenerse al pie de la escalinata. Apeóse otra señora, también enlutada, muy flaca, muy pequeñita, ocultando, como la otra, entre los negros crespones un rostro consumido y lleno de pecas y unos cabellos rojos mezclados de blanco.
SANCHO. No, señor; Que en dos rocines venimos Pelayo y yo. PELAYO. Y los cortimos Como el viento, y aun mijor. Verdad es que tiene el mío Unas mañas no muy buenas: Déjase subir apenas, Echase en arena o río, Corre como un maldiciente, Come más que un estudiante, Y en viendo un mesón delante, O se entra o se para enfrente. REY. Buen hombre sois. PELAYO. Soy, en fin, Quien por vos su patria deja.
Las desmelenadas walkyrias, vírgenes sudorosas y oliendo á potro, empezaban á galopar de nube en nube, azuzando á los hombres con aullidos, para llevarse los cadáveres, doblados como alforjas, sobre las ancas de sus rocines voladores. La religiosidad germánica continuó el ruso es la negación del cristianismo. Para ella, los hombres no son iguales ante Dios.
Entre los obscuros jinetes de la Guardia municipal pasaban vistosos caballeros sobre flacos y míseros rocines, con las piernas enfundadas de amarillo, doradas chaquetas y anchos sombreros de castor con gruesa borla a guisa de escarapela.
De los grupos salían mujeres y niños, que se arrojaban sobre ellos queriendo detenerles. ¡Agüelo! gritaban los nietos. ¡Pare! gemían las mocetonas. Y los animosos vejetes, irguiéndose como los rocines moribundos al oír el clarín de las batallas, repelían los brazos que se anudaban a sus cuellos y piernas, y gritaban contestando a la voz de su jefe: ¡Presente, capitá!
Palabra del Dia
Otros Mirando