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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Entre otras varias escenas, cuéntanse las siguientes: una reunión de estudiantes que se ejercitan en discusiones escolásticas, hallándose con ellos el Diablo y el futuro Santo; Dios Padre, sentado en su tribunal y conversando con la Justicia y la Misericordia; el Santo, que asciende en los aires, en donde encuentra á la Santa Virgen y á San Agustín; dos Cardenales que muestran á los fieles devotos el paño de la Santa Verónica; San Nicolás remienda el vestido de la Orden, y los ángeles invisibles tocan instrumentos músicos; preséntase el Demonio con séquito de leones, serpientes y otras alimañas, y es arrojado ridículamente de un convento de frailes; por último, á la conclusión desciende el Santo del cielo vestido de estrellas, saca del Purgatorio las almas de sus padres, y regresa al cielo con ellos llevándolos de las manos.

Moharracho es el que se disfraza ridículamente en alguna función para alegrar ó entretener á otros, haciendo gestos, ademanes ó muecas ridículas. Botarga es el vestido ridículo de varios colores, que se usa en las mogigangas y algunas representaciones teatrales.

Era mi tía la mujer más desagradable del mundo y yo la hallaba pésima, en la medida de lo que podía juzgar mi entendimiento que aun no había visto ni comparado nada. Su fisonomía era angulosa y vulgar, su voz chillona, su andar pesado y su estatura ridículamente alta. A su lado, yo parecía un pulgón, una hormiga.

Cuando llegues a donde yo creo que tienes derecho a llegar, ¿qué seré para ti?... Una vieja que ha cometido la insensatez de amarte. Una pobre mujer enamorada ridículamente... ¡Alto, querida! Te anuncio que ya estoy enternecido.

Féval pide á Sardou un drama raro, que no recuerde nada conocido, y Sardou escribe «El jorobado», que debía interpretar Mélingue; pero éste, que era muy celoso y no quería aparecer ridículamente á los ojos de su mujer, se negó á representarlo. El actor Montigny rechazó la comedia «París del revés», que Scribe halló inmunda; y la censura prohibió los ensayos de «Cándido».

Eran adornos de teatro, ridículamente fastuosos, de metal dorado, con piedras de diversos colores, cuya grandeza hacía temblar de emoción a la pobre Mariposa. Esas joyas de reina dijo eran de aquella buena señora que me quería tanto: de la cómica que murió.

Al mismo tiempo retrocedió con malicia por el pasillo, dejando avanzar a la exasperada Frasquita, que al fin penetró en el gabinete, desencajada y colérica. Era alta, flaca, barbipeluda, huesosa, sin pecho, recta de caderas; la figura espantable, los ademanes ridículamente trágicos.

En el espacio de pocos minutos me hizo un sin fin de preguntas, muchas de ellas tan insustanciales que era dificilísimo contestarlas. Sus ojos estaban siempre clavados en con expresión dolorosa de piedad, como si le estuviese dando cuenta de los más tristes y amargos pesares. Confieso que aquella mirada insistente y ridículamente compasiva llegó a irritarme la bilis.

Por un instante sintiose a punto de perder el conocimiento, y a su turbación uníase, para hacerla más honda, el miedo de darla a conocer ridículamente. Se sentó; hizo firme propósito de serenarse. La endemoniada, balbuciente y atroz música de Augusto le rompía el cerebro.

Palabra del Dia

hociquea

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