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Desastrosa muerte de los neófitos de la Reducción de San Juan Bautista I 223 Descripción de las naciones de los Chiriguanás II 242 Descripción geográfica de las Reducciones de los Chiquitos en las márgenes del río Paraguay I 44 Descripción de las naciones de la provincia del Chaco II 210 Descripción del país y cualidades de los Manacicas; su religión y ritos de ella I 261

Era una de las obras más notables que se habían publicado en el siglo: las «Respuestas á las objeciones más comunes contra la religión» del Padre Segundo Franco, un jesuíta italiano, de inmenso talento.

Y entonces escribió este lamento, esta despedida a la vida, cuya grandeza no puede ser igualada por ningún canto, por ninguna palabra de la religión.

Eran juegos de calzón y camisa de bayeta, cosidas una pieza a otra, y que así, al pronto, parecían personajes de azufre. Los había también encarnados. ¡Oh!, el rojo abundaba tanto, que aquello parecía un pueblo que tiene la religión de la sangre. Telas rojas, arneses rojos, collarines y frontiles rojos con madroñaje arabesco. Las puertas de las tabernas también de color de sangre.

Había topado en sus destilaciones una agua de olor de la religión de los ángeles. Entreteníase en esto por no destilar el juicio, por sustentar el cuerpo... ; prevenía polvos, secreto de los que más valen agora con las damas... .» La necesidad le llevaba á melancolizar filosóficamente en el solitario albergue, señalando sus cartas, cual piedras miliarias, las etapas del camino de la amargura.

Pues también seré yo eso.... Al fin, creo que siempre lo he sido. ¿No quieres que viva el pobre, que el rico trabaje, que cada uno posea lo que gane y que todos nos ayudemos? Pues eso es lo que yo pensaba, a mi modo, cuando íbamos por el mundo con el fusil y la boina... En cuanto a la religión, que antes nos volvía locos, ahora me tiene sin cuidado.

De lo contrario, puede verificarse en ella una reacción y, cuando queramos acudir, tal vez sea tarde. Hay que buscarlo; porque pasada esta primera impresión de amargura, quizá sea difícil lo que pretendemos. Está muy triste, muy abatida, pero no tiene trazas de pensar en religión ni en cosa que lo valga.

Mi religión... mi religión exclamó colérico, no sabiendo por dónde comenzar. ¿Qué tienes que decir de ella? Mañana discutiremos en el escritorio... y si no, ahora mismo... Pero Fermín no le dejó continuar. Mañana no será fácil dijo con calma. No nos veremos mañana, y tal vez nunca. Ahora tampoco puede ser: tengo prisa... ¡Salud, don Pablo!

Ahora nada; huir del dolor y del pensamiento. Pero aquella piedad mecánica, aquel rezar y oír misa como las demás le parecía bien, le parecía la religión compatible con el marasmo de su alma.

Lo primero llenaría el Colegio de Cardenales de su religion, y por este camino se perpetuaría en ellas el pontificado: secundariamente, gobernándose ellos por sus intereses y teniendo el apoyo y brazo del Papa, podian poner en peligro los estados de muchos príncipes, particularmente de los mas vecinos.