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Actualizado: 28 de junio de 2025


Nació en París; estudió en el liceo Luis el Grande; entró a la administración pública como redactor en la Secretaría del Ministerio de Estado ; fue nombrado jefe de sección del Ministerio de Argelia y de las Colonias , puesto que desempeñó hasta 1861, pasando entonces a ocupar el de secretario redactor del Cuerpo Legislativo. En 1864 fue condecorado con la Legión de Honor.

Porque esto es matarme el periódico. ¿Quién quiere usted que lea, si no es jocoso, ni mordaz, ni superficial? Si tiene además cinco columnas... todos se me han quejado; nada de artículos científicos, porque nadie los lee. Perderá usted su trabajo. ¡Oh, qué placer el de ser redactor! Encárguese usted de revisar los artículos comunicados, y sobre todo las composiciones poéticas de circunstancias...

Vivió expatriado gran parte de su vida en América y Filipinas. Aquí fué redactor de "El Comercio" y "El Diario de Manila", donde publicaba versos a diario bajo el pseudónimo Peldaño. En Manila editó su libro Poemas relámpagos. En Madrid estampó otro con el título de Baraja de sonetos, porque contenía cuarenta. Colaboró también en la Prensa de la corte, singularmente en la ilustrada.

No deseo más que oir otra vez aquello de las palomas, que me ha hecho mucha gracia. ¡Yo no lo he escrito! exclamó con angustia el hijo del Perinolo. ¿De veras no lo has escrito, guapo?... ¡Pues para cuando lo escribas! Y descargó una bofetada en la pálida mejilla del redactor. ¡Sosiéguese usted, don Benigno! exclamó el desdichado retrocediendo, y extendiendo hacia adelante las manos.

Dirigía yo entonces en Valencia el diario El Pueblo, y tal era la pobreza de este periódico de combate, que por no poder pagar un redactor, encargado del servicio telegráfico, tenía el director que trabajar hasta la madrugada, ó sea hasta que, redactados los últimos telegramas y ajustado el diario en páginas, entraba finalmente en máquina.

¡Santo cielo! ¿Y yo deseaba ser periodista? Confieso como hombre débil, lector mío, que nunca supe lo que quise; juzga por el largo cuento de mis infortunios periodísticos, que mucho procuré abreviarte, si puedo y debo, con sobrada razón, exclamar ahora que ya lo soy: ¡Oh, qué placer el de ser redactor! Genus irritabile vatum, ha dicho un poeta latino.

Al fin, descuidado y satisfecho, después de haber sostenido larga y acalorada discusión en el café, se retiraba el redactor en jefe del Faro hacia su casa, cuando inopinadamente le sale al encuentro el irritable teniente, que le dice con su voz chillona: Oiga usted, mocito, ¿quiere usted repetirme ahora las insolencias que ha dicho en el papelucho de don Rosendo? Tendría mucho gusto en ello.

Pues si nos pasa perjuicio, usted será el responsable... ¿Yo, señor editor? ¡Oh, qué placer el de ser redactor! ¡Oh, si esto fuese todo, y si sólo fuera uno responsable, pobre Fígaro, de lo que escribe!

¡Callar más tiempo me oprimía el pecho! y dejando el amor su encierro estrecho, entró en el alma de la amada mía. ¡Mas vió en el templo su candor inerte y en su ara triste, al soplo de la muerte, un resplandor que en sombras se extinguía! Enero, 1920. Consagrado al periodismo, es ahora redactor de "El Debate". Antes lo fué de "La Vanguardia".

Yo, Fígaro, soy de ello una viva prueba: no bien me había tentado el enemigo malo, y sentí los primeros pujos de escritor público, cuando dieron en írseme los ojos tras cada periódico que veía, y era mi pío por mañana y noche: ¿Cuándo seré redactor de periódico?

Palabra del Dia

rigoleto

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