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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Tratándose, pues, de su adelantamiento, no vacilo en sacrificar mi humilde persona, y espero que el lector, si no es uno de esos Catones atrabiliarios que no conocen más que la línea recta, aunque me censure, como es justo, no se ensañará conmigo.

El loco marchaba en línea recta, con la cabeza erguida y a grandes pasos; hubiérase dicho que era una fiera que iba a caza de alimento. Hans le precedía, revoloteando de un sitio a otro. Y no tardaron en desaparecer ambos tras el desfiladero del Blutfeld.

Hasta las crucecitas de sus extremos fueron sustituídas por otras que la navaja de Batiste trabajó cucamente, adornando sus aristas con dentelladas muescas; y no hubo en todo el contorno techumbre que se irguiera más gallarda. Los vecinos, al ver cómo se reformaba la barraca de Barret, colocándose recta la montera, veían en esto algo de burla y de reto.

Lo que importa es alimentar el ideal del bien. Aquel que una vez se ha desviado y después entra en el buen camino, ¿no es más digno de premio que el que siempre siguió la vía recta? Hubo un tiempo en que yo pensaba que ésta fuera la injusticia de la fe cristiana y usted misma me ha hecho volver a mis creencias.

La habitación en que me hospedaron era ancha por la boca, baja y cerrada por el fondo, en forma de ataúd, lo cual revelaba en el arquitecto que construyó la casa ciertos sentimientos ascéticos que no he podido comprobar. La cama igualmente parecía descender en línea recta del lecho que usó San Bruno.

Terminado el almuerzo, se dispuso la siesta bajo la caliginosidad creciente de un día de fuego y poco después de las 4 la caravana continuó su marcha en línea recta, a la «Celia». Durante esta jornada se habló de Anastasio especialmente, pues habían quedado Lorenzo y Ricardo impresionados con él.

No hay en la decoracion de esta capilla una línea recta en que pueda reposar la vista: todas aparecen ondulosas, disfrazadas, interrumpidas, como si las mirase uno por un vidrio lleno de visos. Su bóveda, sus paredes, su gran retablo, sus altares de Sto.

Si en dos horas no estaban allá, Capistun debía ganar la frontera y refugiarse en Francia: en Biriatu, en Zaro, donde pudiese. Las mulas volvieron de nuevo camino del puerto, y Zalacaín y su cuñado comenzaron a bajar del monte en línea recta, saltando, deslizándose sobre la nieve, a riesgo de despeñarse. Media hora después, entraban en las calles de Alzate, cuyas puertas se veían cerradas.

Alabemos, pues, el buen sentido de los españoles, que obligaron á su poeta á seguir la senda recta, contra su voluntad y sus principios literarios, puesto que, de lo contrario, el teatro español, como el italiano, sólo nos ofrecería dramas deplorables, pedantescos y modelados servilmente por las leyes de la poesía clásica .

La línea recta es una pura abstracción del espíritu, otra quimera como el punto matemático, que no existe más que para los geómetras.

Palabra del Dia

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