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Actualizado: 8 de junio de 2025
Sólo te pido que me honres, Y que en paz y amistad quedes Con el que fué mi marido, Y que su muerte no intentes; Que si lo haces, te juro Que los días que vivieres, Con el fuego que me abrasa, Cada noche te atormente. Pero di, ¿quién es el hombre? El que á Octavio dió la muerte, El hijo del que sustenta Tus enemigos Monteses. Roselo, padre, se llama.
Quédate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo estén siempre encubiertos, porque tú no quedes arrepentida de lo que heciste y yo no tome venganza de lo que no deseo. Acabando de leer la carta, dijo don Quijote: -Menos por ésta que por los versos se puede sacar más de que quien la escribió es algún desdeñado amante.
Este que viene aqui, si he de decillo, No hay para que le embarques, y asi puedes Borrarle. Dixo el dios: gusto de oillo. Es un cierto rapaz, que á Ganimedes Quiere imitar, vistiendose á lo godo, Y asi aconsejo que sin él te quedes. No lo harás con éste desse modo, Que es el gran LUIS CABRERA, que pequeño Todo lo alcanza, pues lo sabe todo.
Tal vez Charito le haya dicho ya que soy incapaz de hacer feliz a un hombre. Se detuvo un momento, presa de una alteración cada vez más visible, y llamó gritando a Charito. Esta y Lucía acudieron asustadas. Dime, Charito, ¿no es cierto que soy mala? ¿Te parece que soy capaz de un amor realmente puro, te parece que soy capaz de constancia? Sé sincera, Charito, no te quedes callada.
Por eso vengo á despedirme dijo Desnoyers con altivez . Sé que es una pasión absurda, y quiero marcharme. ¡El señor se va! siguió gritando el estanciero . ¡El señor cree que aquí puede hacer lo que quiera! No, señor; aquí no manda nadie mas que el viejo Madariaga, y yo ordeno que te quedes... ¡Ay, las mujeres! Únicamente sirven para enemistar á los hombres. ¡Y que no podamos vivir sin ellas!...
A ver si te luces decía el apoderado . Piensa en los que te van a ver. Quiero que quedes como el primer hombre del mundo. El sábado de Gloria se verificó a altas horas de la noche el encierro de las reses destinadas a la corrida, y doña Sol quiso asistir como piquero a esta operación, que ofrecía el encanto de realizarse en la sombra.
Cuando, transcurridos más de dos meses, Lorenzo y Ricardo resolvieron regresar a Buenos Aires en plena y amplia posesión de la salud físico-moral que habían readquirido por la acción exclusiva y constante de Melchor, éste les manifestó el propósito de quedarse en la estancia «durante algunos días más». No te quedes, ¿para qué? vente con nosotros le repetía Lorenzo. Tengo que hacer aquí.
Pues si pierdes el tiempo perorando inútilmente no será nada extraño que haya quién lo aproveche y tú te quedes rezagado como siempre. Si así sucede la culpa será tuya, porque yo te he suplicado que no me interrumpas y no parece sino que te ha faltado tiempo para hacerlo. Está bien. Habla, pues; ya te escucho. Veamos qué es lo que tienes que contarme.
En un rincón solitario de la pradera, Gertrudis, inmóvil, lanza miradas melancólicas al sol que se extingue. ¡Ah! ¡si no se ocultase hoy para nosotros! exclama abriendo los brazos. ¡Bueno! ¡ordénaselo! dice Juan. ¡Sol, te mando que te quedes con nosotros! Y, mientras el globo de fuego se hunde cada vez más, ella se pone a temblar de pronto y dice: ¿Sabes qué idea acaba de ocurrírseme?
Mas de que, la postrer noche, questando él en su oracion, que tornó á él el Viracocha en figura de hombre, y estando despierto, y que le dijo: "Hijo, mañana te vernán los enemigos á dar batalla, y yo te socorreré con gente, para que los desbarates y quedes victorioso."
Palabra del Dia
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