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Actualizado: 1 de octubre de 2025


Pero después de la capitulación de Ulm, nos creíamos los primeros soldados del mundo, y al hablar de los prusianos y de los rusos, nos reíamos de ellos, juzgándoles hasta indignos de nuestras balas.

Ya he hecho bastantes zuecos en mi vida, y puesto que se presenta la ocasión de volver a coger el mosquete..., ¡tanto mejor!; ahora demostraremos a los prusianos y a los austriacos que no olvidamos la carga en doce tiempos. De este modo razonaba el buen hombre, dominado por los recuerdos bélicos; pero su alegría no duró mucho.

Pues ya cayó otro; solamente que ahora no da con mi Fenelón, que era un santo y no sospechaba de nadie más que de los prusianos. Ahora da con un hombre templado, tu amigo, que no se conformará con esta deshonra, ¿verdad? Te aseguro que le va a arder el pelo al tal primito con todo su mal de corazón y su extranjerismo. Fortunata no chistó.

En una de las salidas contra los prusianos hirieron á mi hombre, y le salvé la vida. Luego tuve que trabajar mucho para mantener á un marido inválido y á una hija única.... Mi marido murió; mi hija murió también, dejándome dos nietos.

, es mucho dinero. ¿Y todo ese dinero es mío? , todo ese dinero es tuyo. ¡Ah! me alegro, porque el día en que murió mi padre, allá, durante la guerra, los prusianos mataron al mismo tiempo que a él, al hijo de una pobre mujer de Longueval... la anciana Clement, ¿sabéis? Y también al hermano de Rosalía, con quien yo jugaba cuando era niño.

Parecía á primera vista una locura haber vendido los opulentos campos de su herencia para adquirir arenales prusianos que sólo producían á fuerza de abonos.

Habiendo invadido los prusianos los reinos de Würtemberg y de Bavaria, era bastante natural que su ardor patriótico y el gran trastorno de la invasión hubieran hecho olvidar al coronel la tragedia japonesa que, según me había manifestado, se titulaba Emperador ciego. ¡Pueden ustedes hablarme de los pueblos de sangre gorda!

Acabo de llegar del otro lado del Rin. ¡Cuántos rusos, austriacos, bávaros, prusianos, cosacos y húngaros..., cuántos he visto! ¡Cubren la tierra; los pueblos no pueden albergarlos y acampan en las llanuras, en las cañadas, en las alturas, en las ciudades, a campo raso; por todas partes, por todas partes hay enemigos! En aquel momento un grito agudo hendió los aires.

Muchas veces he oído decir a sujetos graves, y he leído en periódicos y en libros, que en la última guerra entre Francia y Prusia perdieron los franceses porque andaban entonces muy corrompidos y bailaban demasiado cancan; pero ¿eran acaso los prusianos algunos padres del yermo, y no gastaban del mismo baile o de otros no menos descompuestos y lascivos?

A las niñas del lañador y a D.ª Melchora, la que borda en fino, les puede trastornar el seso este caballero contándoles esas batallas fabulosas de prusianos y rusos, con lo de que si el Emperador fué por aquí o vino por allí. Hombres como yo no se tragan bolas tan terribles, ni ha estado uno veinte años mordiendo el cartucho y peinando los rizos del Sr.

Palabra del Dia

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