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Actualizado: 23 de junio de 2025


¡Por Dios, que cuidasen de Pascualet ante todo!... Y el hermano mayor, indignado por los relatos de los pequeños, prometía una paliza á toda la garrapata enemiga cuando la encontrase en las sendas. Todas las tardes, apenas don Joaquín perdía de vista el grupo, empezaban las hostilidades.

Sus padres, no menos ilustres en la sangre que en la piedad, le criaron en el santo temor de Dios y devoción á la reina de los Ángeles; y descubriendo en él una índole que prometía grandes esperanzas para los adelantamientos de su familia, le enviaron en edad tierna á la Universidad de Salamanca, donde con la cultura de las ciencias se hiciese apto para conseguir alguna dignidad eclesiástica ó secular, según el estado que eligiese.

Pues el dicho trajo cola, y cola larga; porque aposentó en las mientes de Alejandro una idea que jamás había pasado por ellas. Nieves tenía entonces seis años cumplidos; Nacho, diez mal contados: cuando ella tuviera veinte, él tendría veinticuatro. De molde. Nieves era monísima, y llegaría a ser una arrogante moza; Nacho era guapo de verdad, y prometía ser un mozo gallardo. De perlas.

Cuando el empresario, descontento de él, quería castigarle, abría la puerta a la pillería que vagaba por los alrededores de la plaza, y el pobre hombre desesperábase y prometía enmienda, para que esta irrupción de extraños no se encargase de su trabajo.

Era necesario cambiar de vida, para evitar nuevos ataques. Pensaba dedicarse a la caza con ahinco. Montaría además un gimnasio en el sitio más adecuado de la casa. En fin, se prometía ser otro hombre así que curase del todo. Cecilia aplaudía aquella decisión; prometía ir con él algunas veces. Gozaba mucho más en Tejada que en Sarrió. Había nacido para aldeana. El se reía de aquellos propósitos.

Allí estaba su ángel bueno, la que él llamaba por antonomasia «la señora». Acordábase, conmovido, de las palabras de la buena anciana cuando le prometía buscarle una esposa que le hiciese feliz. Señora, la compañera estaba allí: venía a saludarla, agradecida por lo que había hecho con él.

Usted prometía ser bueno y generoso en sus inclinaciones, moderado en sus pasiones, y el ejemplo de las gentes de bien es un tesoro para el sigloYo estaba conmovido hasta saltárseme las lágrimas. Su palidez, su debilidad, su voz casi imperceptible, me atormentaban con la idea de una separación próxima y eterna.

Pero sabía el usurero escoger su presa, y cuando el pez cogido en la malla era pequeño o no prometía nada de , sin piedad arrojábalo a la corriente; el joven Vargas, no hay que decirle, era un miserable pececillo, pura escama y pura espina, a pesar de sus colores brillantes y sus aires pretenciosos; reconocerle y echarle al agua de cabeza, fué todo uno.

La mañana estaba magnífica y prometía uno de esos espléndidos días de invierno en que los miembros se desentumecen, el alma se alegra y el barómetro sube, como si quisiera descubrir a lo lejos la llegada de la primavera.

¡Ah, pensó Adriana, encantarse conmigo, ellas que viven en un continuo encantamiento! Y siguió leyendo, ávidamente. Carmen le refería que casi siempre estaban solas, que rehuían toda relación con mozos, a causa de cierta manía o preocupación de Zoraida, toda una historia muy dolorosa, que ella prometía contarle.

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