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Actualizado: 29 de junio de 2025
Ejerzo una profesión que no es de las más regocijadas; hay en ella momentos desagradables... ¡Pero no sirvo mas que para esto...! La costumbre nos hace indiferentes a todas las náuseas... Sea como fuere, tengo el pan seguro para mí y para mis hijos. Usted me ha ofrecido buenos consejos, que, por desgracia, llegaron un poco tarde.
Había concebido preocupación extraordinaria hacia uno de ellos, achaque que suele ser común entre los de su profesión, que se creen salvos y seguros si de aquel libran bien, sin cuidarse de los demás de la corrida. Además, estaba celoso; ¡celoso él, que no sabía más que vencer y recibir aplausos!
Si un día creen que su actual profesión es un obstáculo para su matrimonio, crea usted que no vacilarán en vender la hospedería y en vivir como burgueses, de sus rentas... Y entonces nada quedará ya de las suspicacias y prevenciones de sus amigos. La gente pone pronto buena cara a todo aquel que triunfa, y yo le aseguro a usted que Simón triunfará.
Antes que las modificaciones de profesión y de cultura, está el cumplimiento del destino común de los seres racionales. «Hay una profesión universal, que es la de hombre», ha dicho admirablemente Guyau.
Comenzó la profesión de fe. El obispo preguntaba, leyendo por un libro, si estaba pronta a dejar la vida del mundo y el comercio de las criaturas para consagrarse exclusivamente al servicio de Dios. María contestaba que había escuchado la voz del Señor y corría presurosa a su llamamiento.
RAQUEL. ¿Qué quieres decir con eso...? TERESA. ¡Nada! ¡Oh! ¡Nada...! ¡Había corrido el rumor de tus esponsales con él...! RAQUEL. ¡Es una calumnia infame...! El señor Pont-Dugard me ha cortejado, como lo ha hecho con todas... ¡Así lo exige su profesión...! Pero tú sabes de sobra que no está libre... Tiene un compromiso... ÁGATA. ¡Bah! ¿Quién es...?
Era un buen muchacho, que había seguido su carrera sin hacer daño a nadie. Apenas si se había peleado con los camaradas de las capeas cuando se quedaban con los cuartos por ser más fuertes. Unas cuantas bofetadas en ciertas disputas con los compañeros de profesión; un botellazo en un café: estas eran todas sus hazañas. Le inspiraba un respeto invencible la vida de las personas.
El doctor, que fue el primero que me dio noticias del enfermo, se encerró en la más absoluta reserva como cumple a los hombres de su profesión. Sólo pude saber que la vida de Oliverio ya no corría peligro, que se había ausentado, que su convalecencia sería larga y exigiría su permanencia en país de clima cálido.
Puesto, finamente, en libertad aquel prelado volvió con él á Sevilla, donde á 15 de Agosto de 1711 hizo la profesión de cuatro votos.
Un canónigo fue quien decidió la suerte del muchacho, contestando así a don Tadeo, que le consultaba sobre el particular: «No podía Vd. pensar cosa mejor. Si el chico es de los elegidos y sale una lumbrera de la Iglesia, ¡qué gloria para Vd.! Si no es así... pues tendrá una profesión tan buena como otra cualquiera.
Palabra del Dia
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