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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Dada la reputación que Jacques disfrutaba, era notorio que la puerta de las grandes riquezas quedaba abierta para él, y, en ese caso, podía contar con una pingüe renta para lo sucesivo: quizás era ése el mayor atractivo para una muchacha criada en el lujo y ahora sumida en enojosas privaciones a que le tardaba poner fin.
Y si no, tiende un poquito la vista sobre todo lo que conoces en derredor de ti: es un semillero de comprobantes de mi modo de pensar sobre el caso. Otra máxima: «el amor se alimenta de deseos, de privaciones y de contrariedades; dale todo cuanto pida, sin cortapisas y a pasto, y cátale muerto en dos días; y muerto por hartazgo de prosa, que es, de todos los hartazgos, el más abominable.
Una corriente de entusiasmo parecía envolver a los tres visitantes. La fiebre de ganancia que les dominaba por las noches al hablar de negocios volvía a reaparecer. Ahora, Tónica ya no encontraba tan insignificante a don Ramón y hasta creía ver en él cierta aureola de hombre de genio. El papel de estraza que contenía las privaciones y esperanzas de las dos mujeres quedó sobre la mesa.
Don Fadrique acompañó á Areche en su marcha al Cuzco, y desde allí, mandando una de las seis columnas en que dividió sus fuerzas el general Valle, siguió la campaña contra los indios, tomando gloriosa parte en muchas refriegas, sufriendo con firmeza las privaciones, las lluvias y los fríos en escabrosas alturas á la falda de los Andes, y no parando hasta que Tupac-Amaru quedó vencido y cayó prisionero.
Es un ángel, mi ángel guardián. ¿Qué es necesario hacer para curarla? Dígamelo y obedeceré como un esclavo. Señor duque, lo que necesita la señora duquesa es una vida tranquila y fácil, sin emociones, y, sobre todo, sin privaciones; un régimen suave, alimentos escogidos y variados, una casa cómoda, un buen coche...
Aplicábase al cocineo, poniendo todos sus sentidos en el guiso de los gazapos. Bendecía estas privaciones de la existencia bohemia, como algo providencial que aproximaba al hombre amado, dándola nuevas esperanzas. Pero luego transcurrían largas temporadas sin que le viese. Estaba en Madrid... ¡en Madrid!
Santa Cruz tenía muy presentes las ferocidades disciplinarias de su padre, los castigos que le imponía, y las privaciones que le había hecho sufrir.
Gallardo acabó por tranquilizarse con estas palabras; el recuerdo de las antiguas privaciones le hizo ser tolerante con la pobre mujer. Bueno; que se quedase la tuerta, y que ocurriese lo que Dios quisiera. Y atravesando el patio casi de espaldas para no encontrarse con el ojo temible de aquella hembra de mal agüero, el matador fue a refugiarse en su despacho, inmediato al vestíbulo.
A las primeras explicaciones, Cabesang Andang las tomó por añagaza, se sonrió y estuvo apaciguando á su hijo, recordándole los sacrificios, las privaciones, etc., y habló del hijo de Capitana Simona que, por haber entrado en el Seminario, se daba en el pueblo aires de obispo: Capitana Simona se consideraba ya como Madre de Dios, claro, ¡su hijo va á ser otro Jesucristo!
Conocía ya su estado moral, pues el secretario se lo había descrito claramente; pero ¿cuál sería su estado físico? ¿Cómo habría soportado la terrible prueba de la vida común con tantos bandidos? ¿Qué habría sido, después de dos años, del hermoso Freneuse? ¿Habría persistido el vigor en aquel cuerpo sometido á repugnantes trabajos, á privaciones de alimento y á un clima mortífero? ¿No le habría minado y destruído la pena? ¿Llegaría á tiempo la salvación?
Palabra del Dia
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