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Actualizado: 11 de junio de 2025
Mucho caviló don Paco sobre aquel diálogo, midiendo e interpretando la palabras de Juanita. Le había llamado abuelo, pero con amable risa. Todos los hombres, abuelos y nietos, solemos prometérnoslas felices y casi siempre nos inclinamos a dar la más favorable interpretación a cuanto dicen las mujeres que pretendemos.
-Quiero decir -dijo Sancho- que nos demos a ser santos, y alcanzaremos más brevemente la buena fama que pretendemos; y advierta, señor, que ayer o antes de ayer, que, según ha poco se puede decir desta manera, canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene ahora a gran ventura el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dije, la espada de Roldán en la armería del rey, nuestro señor, que Dios guarde.
No, Melchor... nosotros no pretendemos contrariarte, ni primar en tus resoluciones sensatas; pero tú necesitas, por tu bien, salir de aquí... acuérdate de las últimas cartas de tu casa. Yo las voy a contestar. Contéstalas yendo, anda a ver a los viejos, arregla tu situación en tu oficina. ¡Para lo que me importa del empleo¡ ¡bien me pueden destituir!
Es un poco difícil determinar los orígenes y causas de esta desventura. Por regla general, se debe a que la «planchadora» no ha sido muy favorecida por la naturaleza. No pretendemos hacer ningún descubrimiento que merezca integrar las páginas de un texto de sociología, diciendo que suele haber más «planchadoras» entre las feas o poco agraciadas que entre las bonitas.
Y á la verdad, cada vez que atravesamos una frontera, oyendo hablar una nueva lengua, observando otra expresion en las fisonomías, deteniéndonos en las diferencias de trajes, un estudio agradable y provechoso comienza para nosotros, que con placer pretendemos conocer las dotes fisonómicas y particulares á cada una de esas grandes familias que se llaman naciones.
Pero las vueltas de su imaginación se agitaban en un laberinto obscuro, en el que se perdía más y más cuanto más pugnaba por encontrar la salida. Y como la imaginación es tan libre que se agita más cuanto más pretendemos sujetarla, la cabeza de Quevedo llegó á convertirse en una devanadera.
El bien, digo, que en tierra pretendemos, Que agora del divino no hablamos; Que aquese solo y sumo bien superno, Está solo en gozar de Dios eterno. Entrando al Paraguay á izquierda mano, El Ipití se vé, que es rio famoso: Muy plácido desciende por un llano De palmas y laureles muy copioso.
Palabra del Dia
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