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Actualizado: 19 de junio de 2025


¡Oh! no... Eso solamente, eso es lo que deseo. ¿Pero cómo lograr esa dicha? Soy un presidiario. Por muy benévolos que sean mis carceleros, no puedo esperar la libertad antes de años y años, y aun entonces no podré volver á Francia. Sería, pues, preciso que mi madre y mi hermana viniesen aquí y cuando ahora no han venido contigo es que juzgan que es imposible y no lo harán jamás.

Logré dominarme, no sin gran esfuerzo, y retirando mi brazo me aparté dos o tres pasos de ella. Si yo no fuera Rey comencé, si fuese un simple caballero... Antes de que pudiera añadir una palabra puso ella su mano sobre la mía, diciendo: Aunque fueras un miserable presidiario nunca dejarías de ser mi Rey. ¡Dios me perdone! dije para .

De aquí que el honor, según estos, nunca pueda perderse, y se ofenda con razón el embustero porque le digan que miente, y el ratero pida una satisfacción al que le acusa de robo, y el presidiario que arrastra una cadena pueda llevar al campo del honor al juez que se la ha impuesto.

Es que hoy me sucede una felicidad por la cual suspiraba desde hace mucho tiempo, como por la libertad de la esclavitud más dura. La loca era para una fuente de dolor y un peso tan penoso como el grillete de un presidiario. Me veo libre de esa cadena y respiro por vez primera a mi placer. La alegría vuelve bueno y amable. Marta había tenido el tiempo necesario para recuperar su propio dominio.

Febrer, ante este insulto, tembló, guardándose el revólver en la faja. ¡Su madre, su pobre madre, pálida, enferma, dulce como una santa, resucitando con el más infamante de los insultos en la boca de aquel presidiario!... Anduvo instintivamente hacia la puerta, tropezando a los pocos pasos con la mesa y las sillas amontonadas.

Así, a puro esfuerzo, entre flaquezas e impulsos, entre dentelladas y sonrisas, sin morder el mérito ajeno, caminando siempre del lado de los pobres, y sin andar de pedigüeño por entre bastidores y escaleras, se hizo hombre, ¡grande hombre!, el niño bondadoso del hogar infeliz, el sufrido presidiario de las canteras de Medina, el joven enfermizo y desterrado de la península ibera, nuestro José Martí....

Cuando oyó al ex presidiario abrir la puerta de su cuarto, supo ahogar su voz y reprimir la risa nerviosa que sacudía su viejo cuerpo desde la cabeza a los pies. Para descender la escalera en seguimiento de su guía, se quitó los zapatos e hizo todo el camino descalzo, entre los guijarros y las espinas que ensangrentaban sus pies a cada paso.

Toda su ilusión era conseguir una licencia para vivir varios días en Mallorca o en la Península, lejos de la isla virtuosa y huraña, que sólo admitía al forastero como marido; embarcarse en busca de otras tierras, donde era fácil dar expansión a sus deseos exacerbados, iguales a los del colegial y el presidiario.

Palabra del Dia

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