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En los casos rebeldes ó mas graves, se prefiere el hidroclorato ó el acetato al subcarbonato de barita.

El gobernador prefiere las onzas; Cullen es entregado a Rosas, y al pisar la frontera de Buenos Aires encuentra una partida y un oficial que le hace desmontarse del caballo y lo fusila.

L. Tieck, en el prólogo á su traducción de Marcos de Obregón, da á esta tragedia singulares alabanzas y la prefiere á El médico de su honra; pero estimando en lo que merece el juicio de tan eminente crítico, y á pesar de todas las bellezas de la obra de Rojas, que confesamos, no podemos menos de atribuir la palma á Calderón.

JULIA. Porque el hombre más enamorado siente la necesidad de comprometer su dicha, aunque no sea mas que para convencerse a mismo de que es libre; una mujer alegre conserva raramente a su amigo, o, si usted lo prefiere, a su amante, más de siete años. DORA. ¿Qué diferencia establece usted entre el amante y el amigo?

El entendimiento entonces se va llenando de preocupaciones, y si no cuidamos exâminarlas, siendo adultos, toda la vida mantenemos el error. Despues cada qual alaba su Patria, y la prefiere á qualquiera otra. Su Patria es la mas antigua del mundo, porque ha oido contar á sus paysanos, que se fundó en tal, y tal tiempo muy antiguo, y que se fundó casi por milagro.

No debe usted lamentar nada; Jaime habría trabajado el cristal sin convicción, en tanto que será un soberbio abogado, bajo su toga. Y podrá sernos útil si tenemos pleitos, él nos defenderá. ¡Oh! Jaime no estima mucho los pleitos sobre negocios. Prefiere las causas sensacionales. Yo lo que le conviene a Jaime interrumpió Diana: un hermoso crimen con un asesino difícil de defender.

El Consejo Ejecutivo le regaló una máquina rodante que tiene la forma de un águila con una lira en las garras, pero ella ha guardado este tributo de la gratitud nacional, y prefiere seguir yendo á todas partes, como otras señoras viejas de su época, en un carrito ligero tirado por tres hombres que están á su servicio, y á los que acaricia frecuentemente con el látigo.... ¿Qué piensa usted, gentleman?

Pero, en cambio, ¡qué facilidad!, ¡cómo brotan de su pluma las descripciones brillantes, los cuadros elegantes! El lector nota que se encuentra en presencia de un artista del estilo, y arrullado por el encanto que le produce la magia de la frase, se deja llevar por donde quiere el autor, y prefiere ver por sus ojos y oír por sus oídos.

Y apoyó vigorosamente sus espuelas en los flancos del caballo que dio una violenta sacudida. Entonces el animal se enderezó bruscamente y dio un salto tan prodigioso, que los dos alguaciles rodaron por el suelo... ¿Que quién soy?... ¡soy el gitano, el bohemio, el maldito, el condenado, si usted lo prefiere, digno alcalde!