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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Este caballerito poseía más de 15.000 duros al año; era soltero, andaluz, no tenía una sola deuda, y llevaba el título de Conde de Alhedín el Alto. Jamás había querido estudiar ni seguir carrera ninguna.

Al efecto había ya prevenido al padre Anselmo, y le tenía muy sobreexcitado contra Juanita y contra su madre. El padre Anselmo distaba mucho de ser malo y de ser ignorante. Sabía no poco de teología dogmática y de moral, y poseía notable despejo y prodigiosa facundia; pero era terco, persistente en las opiniones que una vez aceptaba, y desconocedor de los asuntos mundanos.

Lo poseía todo menos la facultad de gobernarse a propio. El poder central de su espíritu era débil auriga, y los fogosísimos caballos de sus diversas facultades galopaban cada cual hacia donde lo orientaba su capricho.

Notable por su habilidad mercantil y por su experiencia y largas peregrinaciones, poseía además el talento de hablar afluentemente la lengua arábiga, lo cual le valía y había de valerle para sus tratos y negocios con los mercaderes de aquellas regiones.

Le ocurre lo que a los grandes señores arruinados que aún tienen para vivir con holgura y se consideran miserables recordando su pasada opulencia. La Iglesia tiene la nostalgia de aquellos siglos en que poseía la mitad de la riqueza española.

Era esa la realidad: él había sido víctima de una ilusión del eterno engaño del amor, al atribuir a aquella mujer sublimes virtudes que no poseía, al exagerar la hermosura de aquella alma hasta concederla una perfección sobrehumana.

La generala, afectando también confusión y vergüenza, le observaba, sin embargo, sometiéndole a un atento examen, del cual, en realidad, no salió mal librado. Miguel, aunque no era buen mozo, poseía una figura delicada y un rostro gracioso y expresivo. Al fin se vio ella precisada a tomar la iniciativa. Vamos, ya has conseguido lo que con tanto afán pedías. ¿Estás contento? ¡Oh, !

Poseía en alto grado el don de la fantasía; la falta de instrucción profana unida a aquella cualidad, la hacía incurrir en desatinos encantadores.

La historia de Sancy es más antigua y novelesca. En el siglo XV, un suizo poseia este gran diamante, no se sabe cómo, y lo vendió por un escudo á Cárlos el Temerario. El tal hombre ignoraba seguramente que aquel pedacito de piedra encerraba una gran fortuna. De Cárlos el Temerario pasó á Nicolás de Harlay de Sancy, que lo empeñó á D. Antonio, rey de Portugal, en doscientos mil francos.

No, querida, no; me alegro en el alma, porque así he conquistado tu amor... ¿Nada más que por eso? ¡Eso es otra cosa! María, a más de su viva imaginación, estimulada y enardecida por la continua lectura, poseía un don especialísimo para persuadir.

Palabra del Dia

hociquea

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