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Actualizado: 3 de junio de 2025


No se sabe hasta qué punto creerían los melindeños tan enormes exageraciones; pero, como vieron después que los portugueses enviaron al mar de la India poderosas flotas, que eran valientes y terribles, que conquistaron muchos puertos y ciudades, que asolaron no pocas provincias y que iban enseñoreándose de todo, acabaron por creer lo que al principio les habían dicho; a formar de Portugal el más elevado concepto, y a considerar como la mejor política la conservación y el acrecentamiento de la amistad portuguesa.

Hasta se puede sostener como probable que las composiciones dramáticas portuguesas se representaron en España, al menos en las provincias limítrofes, en que se entendía más fácilmente la lengua portuguesa. Adviértase, además, que nuestro autor usa de ambas lenguas en algunos de sus dramas.

Don Pompeyo Guimarán, presidente dimisionario de la Libre Hermandad, natural de Vetusta, era de familia portuguesa; y don Saturnino Bermúdez, el arqueólogo y etnógrafo, que dividía a todos sus amigos en celtas, íberos y celtíberos, sin más que mirarles el ángulo facial y a lo sumo palparles el cráneo, aseguraba que a don Pompeyo le quedaba mucho de la gente lusitana, no precisamente en el cráneo, sino más bien en el abdomen.

Un día, porque se le olvidó el nombre de la hoz, le rompió el mango sobre las costillas. Y hasta la misma guitarra portuguesa con un gran lazo verde que había traído de Córdoba corrió grave peligro de ir al fuego entre las astillas si á tiempo no la esconde en casa del tío Goro, su vecino.

Con serenidad y desenfado respetuoso y en correcta y elegante lengua portuguesa, el anciano contestó al Rey: Yo señor, he nacido en Lisboa. Aquí he pasado los mejores años de mi vida. Pensaba yo permanecer en Portugal muy poco tiempo, y no recelaba que nadie me reconociese, descubriendo y divulgando mi nombre, mi religión y mi casta, tan aborrecida hoy en España toda. Por desgracia no ha sido así.

Estas construcciones, que recordaban por sus formas la originaria arquitectura portuguesa, adquirían un aspecto criollo con el adorno del cocotero, el banano y otras plantas tropicales formando bosques en torno de ellas. Una ciudad flotante pareció surgir del fondo de la bahía según avanzaba el Goethe, elevando sobre la inmensa copa azul las líneas obscuras de sus chimeneas, mástiles y cascos.

Morsamor cayó también, pero cauto y ligero, no cayó debajo sino encima de su víctima. Aunque Morsamor se levantó con rapidez, allí hubiera muerto, circundado de muchos enemigos, si los de la hueste portuguesa, maravillados y reanimados al ver su hazaña, no hubieran acudido en su auxilio.

Sólo con la italiana y la portuguesa tuvo algún contacto. Esta, si se exceptúan las obras de Camoëns, produjo poco original, y, desde la anexión de Portugal á España, rindió más bien tributo á la de su dominadora.

3 Engañar con la verdad, de Jerónimo de la Fuente. 4 La discreta enamorada, de Lope de Vega. 5 A un traidor dos alevosos y á los dos el más leal, de Miguel González de Cañedo. 6 La portuguesa y dicha del forastero, de Lope de Vega. 7 El maestro de danzar, de Lope de Vega. 8 La Fénix de Salamanca, del Dr. Mira de Mescua. 9 Lo que está determinado, de Lope.

De aquí se infiere que nuestra gran literatura nacional trilingüe, castellana, catalana y portuguesa, nació ó retoñó en estos idiomas vernáculos, de su antigua raíz y tronco cristianos y latinos: raíz y tronco firmemente plantados en nuestro suelo. Y si algo de fuera, si algo extraño vino á ayudar ó á fomentar el reverdecimiento de esta literatura, vino de Francia y de Italia, y no de la morería.

Palabra del Dia

rigoleto

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