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Actualizado: 10 de julio de 2025


Ordena el diablo que a la hora y punto que la moza iba subiendo por la escalera que era angosta y oscura con dos platos y olla, yo estaba en un paso de una montería, y daba grandes gritos componiendo mi comedia: decía: Guarda el oso, guarda el oso, que me deja hecho pedazos, y baja tras ti furioso.

¿Qué entendió la moza que era gallega como oyó decir "baja tras ti" y "me deja"? Que era verdad y que la avisaba; va a huir, y con la turbación písase la saya y rueda toda la escalera; derrama la olla y quiebra los platos, y sale dando gritos a la calle, diciendo que mataba un oso a un hombre.

Con la energía empleada en esta violencia hecha a la pasión antigua, daba por gastada toda la fuerza de su pobre voluntad, y se perdonaba, con pocos escrúpulos, los aplazamientos y prórrogas que iba dando a lo de las cuentas del tío. , pensaba explicarse; pensaba plantear la cuestión... pero pasaban los días y no hacía nada. Nada entre dos platos.

Alli hay placeres para todos los sentidos: trescientos platos diversos para cada comida, con trescientas especies distintas de licores en trescientas copas de oro y pedrería; rozagantes vestiduras de seda y de brocado, perfumes de suavidad desconocida en la tierra, y por último una perpetua juventud.

Cuando se sentaron a la mesa y se sirvió la comida, Quilito mandó a decir que él no bajaba, porque no tenía gana. ¡Ya me va cargando el chico éste! exclamó el padre. Misia Casilda preparó en una bandeja dos platos, y bien tapada, con el pan y el vino, mandó a Pampa que la subiera al niño. Mira observó, si no abre, dejas todo en la escalera, delante de la puerta.

En Madrid, en París, en Berlín, las grandes señoras sabían que sus maridos respectivos tenían queridas y no les tiraban los platos a la cabeza por eso; lo que hacían era tener queridos también.

Su asiento en la mesa, tanto a la hora de la comida como del almuerzo, quedaba desocupado con una frecuencia alarmante, a pesar de las protestas de la tía de no hacer pasteles fritos, ni carbonada, ni ninguno de los platos criollos, que no le gustaban: se levantaba a las doce, salía, y no volvía hasta las tres o cuatro de la madrugada.

Entretanto, la ventera y una buena moza que la ayudaba habían colocado sobre la maciza mesa de encina los apetitosos platos que formaban la cena de Simón, acompañados de algunas enormes rebanadas de plan blanco.

Fatiga el ánimo la contemplación incesante de unos mismos colores, de unas mismas caras, de unos mismos cuerpos, de unos mismos uniformes, y, sobre todo, de aquel blasón de la casa, de aquella cifra sempiterna reproducida en los muros, en los libros, en las ropas y en los platos.

Al entrar volvimos á leer: tres sopas á eleccion, tres platos de carne, tres legumbres y tres postres. Tanta baratura nos aturdia. Subimos, y la señora del establecimiento nos improvisó una mesa aparte, en una habitacion que estaba á la izquierda, contigua á la estancia destinada á los fumadores. Los dos salones que servian de comedor, estaban llenos de parroquianos.

Palabra del Dia

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