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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
En esta se habían prodigado las luces: dos bujías a los lados del piano vertical; sobre la consola, en los candelabros de zinc, otras cuatro de estearina rosa, acanaladas; en el velador central, entre los albums y estereóscopos, un gran quinqué con pantalla de papel picado.
Si ellas asisten, las demás, las de reata, vendrán de fijo, malgré todos los jesuitas y padres descalzos del mundo. ¡Magnífico! ¡Magnífico! Pues nada, a trabajar, a trabajar. Cada cual ofreció traer a quien pudiera. Don Víctor, a quien otra pulla de Foja había picado mucho, no pudo menos de decir: Yo, señores... respondo de traer a mi mujer. Esa no baila pero hace bulto.
Un hombre que sirvió al Rey doce años; que durante cuarenta y cinco había picado miles de miles de toneladas de piedra en esas carreteras de Dios, y que siempre fue bien mirado y puntoso, nada tenía que hacer ya, más que encomendarse al sepulturero para que le pusiera mucha tierra, mucha tierra encima, y apisonara bien.
Al cabo soltó una carcajada. ¡Pero niña! ¿qué mosca te ha picado hoy? Ninguna. Lo único que te aseguro es que estamos hablando por última vez. Basta, basta dijo poniéndose grave de nuevo. No lo cacarees tanto, que aquí nadie te agarra del vestido. Vete cuando gustes, hija. Adiós.
Antes de salir de casa se habían picado las chicas por diferencias de opinión sobre lo que debían de ponerse para hacer aquella visita. Al fin se vistió cada una de ellas como mejor le pareció; pero todo el camino fueron tiroteándose a media voz unas a otras. Aún duraba la resaca cuando se cruzaron con las parientas de «los de Peleches» a la puerta misma del salón.
Corría, que no andaba, D. Luis por aquellas sendas, saltando arroyos y fijándose apenas en los objetos, casi como toro picado del tábano. Los rústicos con quienes se encontró, los hortelanos que le vieron pasar, tal vez le tuvieron por loco.
Empezó a correr y comentarse en la Fábrica la leyenda del mozo transido de amor que por estar cerca de su adorado tormento se metía en los infiernos del picado, en el lugar doliente a cuya puerta hay que dejar toda esperanza.
No compramos alhajas porque no las nececitamos, contestó secamente Isagani, picado en su orgullo de provinciano. Una sonrisa se dibujó en los pálidos labios de Simoun.
Trátase de comprar habichuelas podridas y arroz picado para vendérselo al Gobierno como bueno. Para realizar sus milagros, este taumaturgo cuenta con amistades de valer en altos centros, y aun aparenta entusiasmo por el nuevo régimen, tomando una actitud completamente pisciforme. Marzo. San Pedro Abanto. Inmenso interés despiertan en toda España el estado de la guerra y el sitio de Bilbao.
Mi opinión es que, como gracias a los progresos de la igualdad y fraternidad los chocantes aires aristocráticos se van extinguiendo, en breve no se hallarán en España, sino en las gentes del pueblo. ¡Creer que ese hombre es un torero! dijo el artista con tal sonrisa de desdén que el otro se levantó picado, y exclamó: Pronto sabré quién es: venid conmigo, y exploraremos a su criado.
Palabra del Dia
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