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Actualizado: 1 de julio de 2025
Es decir, que dejaba usted una puerta abierta a su impaciencia y a su indiferencia seca y cruel... ¿Cree usted, Luciana, que me es fácil perdonar eso? ¿Será posible? Luciana respondió en tono resuelto. ¡No!... Aunque me perdonase usted, no podría olvidar... Y yo tampoco olvidaría mi falta ni la dureza de sus reproches.
El Océano es el único maestro que en la vida enseña á amar y á perdonar! La María Rosario navegaba por el Pacífico con una marcha de ocho nudos, cuando de pronto en la noche del día primero de Agosto fué aflojando el viento, cesando á las pocas horas por completo.
Pablo, al ver a Carmen, pareció vacilar de emoción, y se aumentó su palidez; pero reponiéndose, dijo todo turbado: ¡Perdonar, señor! ¿y de qué he de perdonar? ¡Al contrario, yo soy quien tiene que pedir perdón de tanto como he ofendido al pueblo...!
Pero en vez de perdonar y olvidar, conforme á la promesa, en Agosto del mismo año ordenaba la Audiencia que los detenidos fuesen desterrados á perpetuidad y trasladados unos á la metrópoli y otros á Puerto-Rico.
Le pidió abuelita que tomara el te con ella, agregó Zoraida, y allí está Laura también. ¿Te has fijado, Camucha, con qué atención le escucha Laura, cuando él habla?... Es una suerte. Así, poco a poco, me irá perdonando... No, ella no se olvida de José Luis, ella piensa que José Luis hubiera sido el amor de su vida, repuso Carmen. No te puede perdonar.
El ostiak, después de haberle dado el último golpe y haberlo tendido, cubierto de sangre en la nieve, se arrodilla ante el cadáver para implorar su perdón y le dice: «Te he matado, pero teníamos hambre mi familia y yo, y eres tan bueno, Dios mío, que habrás de perdonar mi crimen.» Sin embargo, no nos hace á nosotros el efecto de un dios, pero parece honrado, cándido y benévolo. ¡Qué bien practica las virtudes familiares! ¡Qué bueno es para sus cachorros, y qué alegres, saltarines y caprichosos son éstos!
El cielo también la había mirado con ceño, y ella no había sucumbido sin embargo. Pero el ceño de este hombre pálido, débil, pecador, á quien el pesar abatía de tal modo, era lo que Ester no podía soportar y seguir viviendo. ¿No me quieres perdonar? ¿No quieres perdonarme? repetía una y otra vez. ¡No me rechaces! ¿Me quieres perdonar?
Aunque tenía mucho gusto en ir a las tertulias de Milagros, la rutina de adular a su marido inspirábale conceptos algo contrarios a la verdad; pero bien se lo pueden perdonar en gracia de los juicios maravillosamente exactos que hacía sobre cosas y personas observadas por ella en los salones de Tellería. «Hijito, si tú no vuelves, yo no voy más allá.
Y veo a todo el mundo pequeño, y a mí como un gigante dichoso. Y siento mayor necesidad, una vehemente necesidad de amar y perdonar a todo el mundo.
Y no lo es, no, yo creo ahora que no lo es; pero si no sabe lo que es ¿cómo me va a perdonar?». Y airada ya contra Juan irrevocablemente, como si las nubes que pasan por el cielo del amor fueran sus lienzos funerarios, se levantaron como si hubieran hecho las paces, pero sin alegría.
Palabra del Dia
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