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Ved: en su manga derecha Se perciben dos galones, Y de Maipo los cordones Que la patria le donó: Cabo inválido, sin brazo, Solo le resta en la tierra Pedir despues de la guerra Una limosna por Dios! A la puerta de la iglesia Rememora sus hazañas, Y las gloriosas campañas Que en otros siguió; Y mostrando con orgullo De su frente un ancha herida, Pide con voz dolorida Una limosna por Dios!

Yo creo en ella y ahora, cuando mis ojos, débiles y enfermos, apenas perciben la luz material, de la que huyen medrosos, luz clarísima, procedente de foco increado, penetra e inunda mi mente, ilustrándola y enseñándole la verdad. Yo fui, días ha, a tu celda con el intento de interrogarte y de disipar dudas sobre mi última vida pasada.

Esto nace de que aquellas cosas que se perciben por los sentidos hacen mucha impresion, y suelen los hombres inclinarse á ellas; de modo, que no piensan sino en las cosas sensibles. De esto procede, que tienen por bienes verdaderos á los que no son sino aparentes y tal vez falsos; y siendo objetos de los sentidos, los buscan y aman.

El canto incesante de las ranas, el aroma de la campiña, el susurro elocuente y misterioso de la naturaleza, los relámpagos fantásticos é incesantes que en el horizonte presagiaban, según el ama de llaves, fuertes calores para el siguiente día; de tiempo en tiempo el canto monótono del labrador que iba á dar agua á una pareja, cuyas sonoras campanillas le hacían el acompañamiento; el vuelo rápido del murciélago que cruza indeciso á cada instante por delante del balcón; los regaños del ama en la cocina, que entre el charrasqueo de la sartén se destacaban, con poco placer de los criados á quienes iban dirigidos, y tantos otros ecos y fenómenos que en las noches de verano se perciben en el campo, abstraían de tal modo al forastero, que no hubiera cambiado entonces el balcón de don Silvestre por el trono más elevado del mundo.

No quiero yo que en el espíritu peque contra la carne; pero no quiero tampoco que la hermosura de la materia, que sus deleites, aun los más delicados, sutiles y aéreos, aun los que más bien por el espíritu que por el cuerpo se perciben, como el silbo delgado del aire fresco, cargado de aromas campesinos, como el canto de las aves, como el majestuoso y reposado silencio de las horas nocturnas, en estos jardines y huertas, me distraigan de la contemplación de la superior hermosura, y entibien ni por un momento mi amor hacia quien ha creado esta armoniosa fábrica del mundo.

En ninguna parte se destacan los objetos como aquí. En Castilla las torres se perciben a muchas leguas de distancia, con la misma dureza en los contornos que si estuviéramos a algunos pasos. Esto depende, claro está, de la altura a que se encuentra sobre el nivel del mar...