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Actualizado: 5 de junio de 2025
A las ocho ya estábamos en la mesa. La enferma accedió a nuestro deseo y vino a presidir el banquete. Al lado de ella se colocó don Román, en el otro tía Pepilla y Andrés. Angelina y yo ocupamos el lugar acostumbrado. Pocos platillos: rica sopa de almendra, «sopa de la pelea pasada», como decía don.
En lo mas encarnizado de la pelea, y cuando el triunfo estaba aun indeciso, el escuadron de Pao se pasó á los realistas dándoles la victoria. Casi todos los soldados de Venezuela que habian tomado parte en la accion cayeron en el campo de batalla; y, con los pocos que se quedaban, Ustáriz se refugió en Valencia.
El indomable vigor de aquel pequeño ser, ejercitado secretamente en tan duras pruebas, se reanimó no lentamente sino en pocas horas. Apenas en convalecencia, viósela enderezarse contra el recuerdo humillante de haber sido sorprendida, por decir así, en debilidad, trabar pelea con el mal físico, el sueño que podía vencer, y dominarlo.
Y así es la música de sus dramas de historia, y de los de pelea, y de los de casamiento, mientras los actores gritan y andan delante de los músicos en el escenario, y los generales se echan por la tierra, para figurar que están muertos, o pasan la pierna derecha por sobre la espalda de una silla, para decir que van a montar a caballo, o entran por entre unas cortinas el novio y la princesa, para que se sepa que se acaban de casar.
El regidor Gaspar González Heredia, queriendo amortiguar el picante de aquella fisga, agregó con seriedad, dirigiéndose a don Enrique: Quizá el ejército del Duque no era suficiente para tamaña empresa, y hay quien presenta al Bearnés como hombre de mucho ardid y coraje, que pelea a la cabeza de sus soldados.
Desde que nos separamos del yate, venía siguiéndonos un enorme tiburón que parecía acechar el momento en que alguien cayese al agua. Es un milagro que no haya intervenido en la pelea... El movimiento de los barcos, los gritos de los canacos y la rapidez de la acción le habrán espantado.
En resumen, la lucha terminó felizmente, porque los ingleses comprendieron la imposibilidad de represar al Santa Ana, a quien favorecían, a más de los tres navíos indicados, otros dos franceses y una fragata, que llegaron en lo más recio de la pelea.
Poco les duró estar en ellas; echáronlos desde las otras luego á arcabuzazos. Retiráronse los turcos con hartos heridos y muertos. De los nuestros murieron algunos, y los más dellos mató nuestra artillería por andar mezclados con los enemigos. Peleóse muy bien este día: era cosa de ver cuán reñida pelea fué.
Y Rocchio, desgarrada la pechera, babeando de rabia, repetía: ¡Ah, brigantes! ¡ah, estafadores! ¡Sacramento! ¡Sacramento! Del torbellino fué arrancado el vengador, que sonreía con desprecio, por un grupo de amigos; a tiempo que salía, del pasillo, a paso de carga, el escuadrón de Quilito y se lanzaba a la pelea, al grito de ¡muera Schingen! Don Raimundo pasaba, buscando asustado la salida.
Mina quedó á pocos pasos, más curiosa que asustada, saboreando de antemano la gran corrección que iban á recibir los bandidos. «El rey de las praderas» terminaría la pelea en unos segundos.
Palabra del Dia
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