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Actualizado: 11 de mayo de 2025
El labio superior de Cora, sudoroso bajo los polvos de arroz, siempre cubierto de un rocío de salud, le disgustaba como el hocico de una hermosa bestia de grosera vitalidad; su empalagosa charla, siempre girando sobre las modas, los apuros pecuniarios o las ridiculeces de las amigas, acabó por causarle náuseas. Además, en aquello no había amor, ni capricho siquiera.
Eran las cuatro y media de la tarde, y ya la plaza de toros, situada hácia el extremo sur de Aranjuez, estaba colmada de espectadores. Todas las clases sociales se habian aglomerado allí, pero por capas ó de piso en piso, segun los recursos pecuniarios.
Ya no eran las deudas y los apuros pecuniarios las amarguras de la vida; ahora, la fatalidad, según ella decía, complacíase en agobiarla con nuevos golpes, quitando a la familia los escasos medios que la restaban para sostener su prestigio. Aquella mañana había sido de prueba para las de Pajares. Nelet el cochero subió muy alarmado a dar cuenta a sus señoras de que el caballo estaba enfermo.
Y paso entre paso llegaron hasta el salón del Prado y subieron por la calle del mismo nombre hasta el Ateneo. Allí se despidieron. García no era socio, no ciertamente por falta de ganas, sino de recursos pecuniarios. Columpiándose en una mecedora con un periódico en las manos halló Tristán a su amigo Núñez en una de las salitas de conversación de aquel centro docente.
En el espacio de quince o veinte días le quitaba por un lado toda esperanza de amor, y dábale por otros tres gollerías o momios pecuniarios a cuál más valioso.
Pero pasó el tiempo, y con él el espiritismo de Melchor, dejando el puesto a otros ideales más prácticos. Veía transcurrir los años sin que sus medios pecuniarios estuvieran en armonía con sus pretensiones, ni con aquel porvenir brillante que su buena madre le anunciaba. El no era rico, pero era preciso parecerlo; es decir, vestirse como los ricos, tratar con ricos.
Pero el joven poeta, cuyos recursos pecuniarios nunca habían sido abundantes, necesitaba una ocupación que proveyese mejor á su subsistencia, y por esta razón entró, sin duda, al servicio del cardenal Julio Acquaviva, que vino de legado pontificio á la corte de España en 1568, acompañándole á Roma el mismo año.
Parece que los escasos medios pecuniarios de su familia lo forzaron á entrar tan joven en la milicia, y que esta misma causa lo obligó más tarde, aunque no se sepa si en vida de sus padres, á proporcionarse la subsistencia en las casas de los grandes.
Sin duda en aquel día los ahogos pecuniarios habían llegado a su mayor grado, y la infeliz e interesante joven se veía amenazada de un conflicto grave. ¡Oh! ¡Qué bella ocasión se le presentaba a Juan Bou para realizar un acto moral que ha tiempo meditaba! ¡Soberbia coyuntura!
Son tantas las causas que impulsan a Isaac a destruir sus obras y a darse muerte después, que el lector no acierta a determinar cuál de ellas ha sido la más importante: si el poco éxito que en el Ayuntamiento ha tenido su perorata; si la censura, aunque severa, no del todo infundada, de algunos de sus trabajos artísticos; si la separación de Filipinas, que hace casi imposible que le paguen el monumento a Legazpi; si sus grandes apuros pecuniarios; y, por último, si el desamor y el insolente desdén de su mujer, pintada en la novela de mano maestra.
Palabra del Dia
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