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Actualizado: 20 de julio de 2025
Pues Periquet, que no tiene escaparate, en su empeño de competir en todo con el bazar, ha colocado encima del letrero de su tenducho embarullado, pero bien provisto, una cotorra, también de cartón y también muy pintarrajeada, sosteniéndose sobre la palabra DE, o mejor dicho, con cada letra de estas dos en la correspondiente pata.
Y sobre too, no te los tiro á la mar: bien acerca te quedan: too el día te puedes estar abajo con ellos.... Pero ya se lo he dicho á mi madre: «antes que dejarlos subir aquí, rómpales una pata».... Y esto sacabó.
Nosotros serémos historiadores. Ellos han dicho la pura mentira, si es que hay mentiras puras. Nosotros dirémos la pura verdad; la verdad sin dimes ni diretes, á la buena de Dios, á la pata la llana, como dice la gente por estas buenas tierras de Morería.
«¡Eh!... coja... galápago, vuelve acá y verás qué morrazo te doy... ¡Qué facha!, cañamón, pata y media...». iii La faz napoleónica, lívida y con la melena suelta, volvió a asomar en la reja a la caída de la tarde.
De todos modos tiene la ventaja de que en él se puede entrar a la pata la llana, sin estudios, ni fianza, ni avecindamiento. Como en París nos hacemos literatos, en Argelia se hacen agentes de negocios. Sólo se necesita saber un poco de francés, español y árabe, llevar siempre un código en el bolsillo, y tener, especialmente, el temperamento de la profesión.
¡Señor, ese changador es un canalla..., nos hemos peleado porque le cobré dinero, y ahora me sale con una pata de gallo!... ¡Está lindo lo que pasa! Los que dan caramayolé o la biaba son los ladrones de la clase más íntima, es la plebe del mundo lunfardo: ellos no necesitan para realizar sus empresas usar el mínimum de talento.
El Marqués tenía el arte de saber darse tono a la pata la llana, como él decía en la prosa más humilde que habló aristócrata.
Y porque fuese mas marabillosa La fiesta y regocijo, que se hacia Por la vitoria insigne y prodigiosa, La buena, la importante Poesia Mandó traer la bestia, cuya pata Abrió la fuente de Castalia fria. Cubierta de finisima escarlata, Un lacayo la truxo en un instante, Tascando un freno de bruñida plata.
Después se ponen a hervir con agua fría, y cuando están a medio cocer se cambian de agua y se sazonan de sal, poniendo pata de vaca o de cerdo si se quiere aumentar. Al día siguiente se cortan los callos a tiritas, y si hay patas se deshuesan.
¿Lo ves? saltó aquí el hombrazo, con un vozarrón que aturdía. ¡Ya sacastes la pata!... ¡ya la jicistes! ¿En qué? preguntó mi tío, fingiendo extrañeza, mientras el Cura reía a borbotones y lanzaba latines y yo no sabía qué pensar de todo aquello...
Palabra del Dia
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