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Actualizado: 11 de junio de 2025
Los vagabundos de estas tierras vírgenes, pastores y bandidos, hablaban de gigantescos animales entrevistos al anochecer en las orillas de los lagos, devorando de un golpe praderas enteras; y el doctor, como otros muchos sabios, había creído en la posibilidad de encontrar un superviviente prehistórico, una bestia de los rebaños monstruosos anteriores al hombre retardada en este paraje inexplorado del planeta.
Unos tomaban un lápiz y dibujaban; otros pintaban a la sepia algunos paisajes de los alrededores, y Enrique, por complacer a una niña que tenía al lado, esculpía, valiéndose para ello de un cortaplumas inglés, un pedazo de madera, al cual iba dando la forma de una ermita, labor que ejecutan con éxito los pastores de los Alpes o de los Pirineos.
De paso averiguan los pastores cuál es la vaca más fuerte y más garbosa para ponerle al pescuezo el campano del lugar, ó sea el cencerro más grande de los diez ó doce que tiene el Concejo para que la cabaña se luzca con ellos por esas brañas de Dios.
Juntáronse en aquel sitio más de treinta personas, todas bizarramente de pastores y pastoras vestidas, y en un instante quedaron enteradas de quiénes eran don Quijote y su escudero, de que no poco contento recibieron, porque ya tenían dél noticia por su historia.
Digan vuestras mercedes, señores pastores: ¿hay cura de aldea, por discreto y por estudiante que sea, que pueda decir lo que mi amo ha dicho, ni hay caballero andante, por más fama que tenga de valiente, que pueda ofrecer lo que mi amo aquí ha ofrecido?
Sí, Catalina. ¿Quién hubiera nunca pensado que los alemanes entrarían por allí? ¡Un desfiladero casi impracticable para los peatones, encajado entre rocas cortadas a pico, en el que hasta los pastores a duras penas pueden bajar con sus rebaños de cabras!
Esto diciendo, se entró por medio del escuadrón de las ovejas, y comenzó de alanceallas con tanto coraje y denuedo como si de veras alanceara a sus mortales enemigos. Los pastores y ganaderos que con la manada venían dábanle voces que no hiciese aquello; pero, viendo que no aprovechaban, desciñéronse las hondas y comenzaron a saludalle los oídos con piedras como el puño.
El caminante dijo que aquella madrugada habían encontrado con aquellos pastores, y que, por haberles visto en aquel tan triste traje, les habían preguntado la ocasión por que iban de aquella manera; que uno dellos se lo contó, contando la estrañeza y hermosura de una pastora llamada Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con la muerte de aquel Grisóstomo a cuyo entierro iban.
Los pastores cantaron y tocaron alegrísimas sonatas en sus guitarras, zampoñas y panderos; los muchachos quemaron petardos, y los repiques a vuelo con que en ese día se anuncia el toque del alba, invitando a los fieles a orar en las primeras horas del gran día cristiano, vinieron a mezclarse oportunamente al bullicioso concierto.
Ya no pueden amedrentar á los lobos carniceros las piedras diestramente despedidas de las hondas, porque las manos de los pastores están derribadas por el suelo.
Palabra del Dia
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