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Actualizado: 17 de julio de 2025
Halleme, pues, desprevenida e indefensa en aquel inesperado trance de prueba; perdí mi poca serenidad, y pareciéndome que el castillo no se desmoronaba tan aprisa como lo querían mis desatinadas impaciencias, yo misma puse mis manos en él, y me atreví a arrancar sus sillares, uno a uno, hasta dejarle arrasado. El trabajo fue rudo, pero la conquista más señalada.
No me pareció bien el viaje que llevaban, y así, determiné soltarme, como lo hice, y saliéndome de Granada di en una huerta de un morisco, que me acogió de buena voluntad, y yo quedé con mejor, pareciéndome que no me querría para más de para guardarle la huerta, oficio, a mi cuenta, de menos trabajo que el de guardar ganado; y como no había allí altercar sobre tanto más cuanto al salario, fué cosa fácil hallar el morisco criado a quien mandar y yo amo a quien servir.
El método histórico-literario, que he seguido para escribir los dos primeros volúmenes de esta historia, es el mismo aplicado luego á los materiales, que componen el tercero, pareciéndome el más acomodado á mi plan, y no habiéndolo adoptado sino después de examinarlo maduramente.
Así como le vi, creí que había hallado en él el centro de mi reposo, pareciéndome ser propio y natural oficio de los perros guardar ganado, que es obra donde se encierra una virtud grande, como es amparar y defender de los poderosos y soberbios los humildes y los que poco pueden.
Remando se calentará un poco. Yo me volveré con Alain por los bosques. El camino es más corto. Pareciéndome este arreglo conveniente bajo todos aspectos, no hice objeción alguna. Me despedí: tuve por segunda vez el placer de tocar la mano del ama de Mervyn, y me arrojé á la barca.
El corazón me latía con loca presteza, pareciéndome tan desmesuradamente ensanchado, que experimenté la sensación de llevar dentro del pecho un objeto mayor que la casa en que estaba. Me tenté la espada, por ver si estaba en mi cintura, y probé si salía con holgura de la vaina.
Luego, pareciéndome de perlas el incidente de la chimenea, hice que Alejo mudara á la casa de enfrente, y que una noche se deslizara muy callandito por el interior del ennegrecido tubo, apareciéndose á la dama cuando ésta se percataba menos.
Este encerramiento y este negarme el salir de casa, siquiera a la iglesia, ha muchos días y meses que me trae muy desconsolada; quisiera yo ver el mundo, o, a lo menos, el pueblo donde nací, pareciéndome que este deseo no iba contra el buen decoro que las doncellas principales deben guardar a sí mesmas.
En la parte nueva del castillo se veían algunas luces, y oí también risas y cantos, pareciéndome distinguir entre las voces la de Ruperto Henzar, a quien me figuré excitado por el vino. Descansé un momento, y orientándome pensé que si la descripción hecha por Juan era exacta, debía hallarme en aquel momento al pie de la ventana que buscaba.
Otro día, no pareciéndome estar allí seguro, fuíme a un lugar, que llaman Maqueda, adonde me toparon mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo dije que sí, como era verdad, que aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró el pecador del ciego, y una dellas fue ésta. Finalmente, el clérigo me rescibió por suyo.
Palabra del Dia
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