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Actualizado: 4 de noviembre de 2025


Y, en medio destas dos cosas, le puse más de trecientas almas, y vidas, y ojos míos. Capítulo XXXI. De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza, su escudero, con otros sucesos -Todo eso no me descontenta; prosigue adelante -dijo don Quijote-. Llegaste, ¿y qué hacía aquella reina de la hermosura?

-Pues yo te digo, Sancho amigo -dijo don Quijote-, que es tan verdad que son borricos, o borricas, como yo soy don Quijote y Sancho Panza; a lo menos, a tales me parecen. -Calle, señor -dijo Sancho-, no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos, y venga a hacer reverencia a la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca.

Era a él, a su blanco bigote de tártaro, a su panza color de oca, a quien todo un sacerdocio recamado de oro ofrecía, al roncar del órgano, ¡la eternidad de las Alabanzas! Entonces, pensando que Lisboa y el medio adormecido en que me movía, eran favorables al desenvolvimiento de estas imaginaciones, partí, viajé modestamente, sin pompa, con un baul y un lacayo.

Quedaron admirados los dos de lo que Sancho Panza les contaba; y, aunque ya sabían la locura de don Quijote y el género della, siempre que la oían se admiraban de nuevo. Pidiéronle a Sancho Panza que les enseñase la carta que llevaba a la señora Dulcinea del Toboso.

Había que reconocer que Dios es bueno y proporciona ratos muy agradables a los que tienen casa y cocinera. Cuando volvieron al comedor, Nelet sacaba el héroe de la fiesta: un soberbio capón, panza arriba, con los robustos muslos recogidos sobre el pecho y la piel dorada, crujiente, impregnada de manteca. Don Juan contemplábalo con miradas de amor.

-Dios lo haga como puede -respondió Sancho Panza. Y, ayudándole a levantar, tornó a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba.

Me paré, y con los brazos en alto, hablando a las arcadas del claustro, a los árboles, al aire silencioso y frío que me envolvía: ¡Ti-Chin-Fú bramé, Ti-Chin-Fú, para aplacarte hice todo lo que era racional, generoso y lógico! ¿Estás, en fin, satisfecho, letrado venerable, , tu papagayo gentil, y tu panza artificial? ¡Háblame! ¡Háblame!

¿Y qué más puede haber? ¿Dicen también que el señorito don Pedro sale a robar a los caminos? ¡Canalla de incircuncisos ésos, sin más Dios ni más ley que su panza! Aseguran que la noticia viene por persona de la misma casa. ¿Eeeeh? Cargue el diablo con el viento. Que la noticia viene por persona de la misma casa de los Pazos.... ¿Ya me entiende usted? Y don Eugenio guiñó el ojo.

Como acertáramos a encontrar un rebaño de ovejas y cabras, dijo el aragonés: Apartémonos aquí junto al charco para ver de derrotar a estos austriacos y rusiacos, que vienen mandados por el tío Parranclof, emperador del Zurrón y rey de los guarros, y subamos a la loma de la Panza para quitarles la artillería y hacerles meter en el castillo.

Así es -respondió el mayordomo-, y tengo para que el mismo Licurgo, que dio leyes a los lacedemonios, no pudiera dar mejor sentencia que la que el gran Panza ha dado. Y acábese con esto la audiencia desta mañana, y yo daré orden como el señor gobernador coma muy a su gusto.

Palabra del Dia

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