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Actualizado: 21 de julio de 2025
Yo, Emilio Aguinaldo, humilde servidor de todos, pero Presidente de la República Filipina, encargado, por tanto, de velar por las libertades y la Independencia del pueblo que me ha elegido para aquel elevado y espinoso cargo, desconfié por primera vez del honor de los americanos, comprendiendo desde luego, que ésta Proclama del General Otis había rebasado los límites de toda prudencia, y que no había más remedio que rechazar con las armas tan injusto como inesperado proceder del Jefe de un ejército amigo.
Y los más, optaban por enviar una Comisión al General Otis para provocar declaraciones francas sobre la situación, formalizándose el tratado de amistad, si Estados Unidos reconocía nuestra Independencia, ó se rompían en el acto las hostilidades, si se negaba á ello.
Pasaré por alto las crueldades con que desde el rompimiento de hostilidades trató el General Otis á los filipinos, fusilando sigilosamente á muchos que no quisieran firmar el escrito, pidiendo la autonomía; nada diré de los abusos de fuerza, que los soldados americanos cometieron contra inocentes é indefensos vecinos de Manila, fusilando á niños y mujeres por estar asomados á los balcones; allanando domicilios á media noche; descerrajando arcas y aparadores, y llevándose dinero, alhajas y cuantos objetos de valor encontraban, rompiendo sillas, mesas y espejos que no se podían llevar, porque al fin y al cabo, son consecuencias de la guerra, aunque impropias de un ejército culto; pero lo que no pasaré por alto, es la inhumana conducta observada por dicho General con el ejército filipino, cuando para arreglar un tratado de paz con la Comisión civil presidida por Mr.
¿Porqué imponía el General Otis para la paz, condición tan humillante á un ejército que juntamente con el americano había derramado su sangre y cuya bravura y heroismo fueron celebrados por el almirante Dewey y otros jefes americanos?
Pues qué, ¿no merecía este ejército ninguna consideración de parte del General Otis y de las fuerzas americanas? ¿Se habían olvidado ya de los importantes servicios que el ejército filipino prestó al americano, en la pasada guerra contra los españoles?
Del mismo modo induce a hacer este juicio la circunstancia no menos evidente y notoria, de que los demás jefes americanos, que vinieron después de las sonadas victorias del almirante, los Generales Merrit Anderson y Otis proclamaron al pueblo filipino que América no venia á conquistar territorios si no á librar á sus habitantes de la opresión de la Soberanía española.
Mac-Kinley á los telegramas del General Otis, transcribiendo nuestros deseos con recomendaciones favorables segun se dijo, por los comisionados americanos.
Pero el General Otis actuó por primera vez de diplomático, y me escribió, por conducto de su secretario Mr.
Mac-Kinley al telegrama del General Otis, transmitiendo los deseos pacíficos del pueblo filipino, de vivir como Nación independiente; cuando, en fin, se fijaron en los términos del tratado de París cuya aprobación en lo referente á la anexión de Filipinas, fué saludada con gritos de júbilo y satisfacción por el partido imperialista dirigido por Mr.
Palabra del Dia
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