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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Durante algunos segundos permaneció de pie, inmóvil, anonadada, trémula. ¡Pero Dios mío! ¿Qué es esto? exclamó con la voz temblorosa . ¿Dónde está la reina? ¿Dónde está su majestad? Y saliendo de su inacción, se precipitó de nuevo en la recámara de la reina. Ni en ésta, ni en el dormitorio, ni el oratorio había nadie.
En la librería hay las pinturas siguientes: El Oratorio alto de esta Casa está hoy sin uso en la librería; y se compone de un mediano retablo, y en él cuatro lienzos moderados, con la Coronación, el Padre Eterno, en medio San José, con el Niño Jesús y á los lados S. Andrés y San Francisco, todo pintura del clérigo Roelas y algo maltratadas.
Ahuecando la voz y marcando con su manaza un compasillo oratorio, prosiguió su discurso así: Sí, señores; así como el tirano Herodes, para ver de perder al niño Jesús, mandó matar a todos los niños, según rezan los Evangelistas, estos canallas, para ver de acabar con un partido, con el partido liberal, quieren matar a todos los españoles, a todo el género humano, a todo el globo terráqueo.
De modo que en Madrid no podía darse un paso sin tropezar con una iglesia ó un oratorio. Un número inmenso de los habitantes de la población pertenecía á la clase monástica. Solamente el duque de Lerma fundó dos conventos de frailes y uno de monjas.
La postrera palabra de aquel malhadado discurso vibró en el espacio, sola, seca, triste, con fúnebre resonancia. Ni un aplauso ni una exclamación satisfactoria la recogió. Su voz había caído en el abismo sin producir un eco. Parecíale que no había hablado, que su discurso había sido una de aquellas mudas, aunque elocuentes, manifestaciones internas de su genio oratorio.
Y más abajo: «Cuando obligada fuí á anunciar á su majestad la reina que el rey deseaba verla, no encontré á la reina ni en su cámara, ni en su dormitorio, ni en su oratorio, y á la hora en que os escribo no sé dónde está su majestad.
Dimos, principio á la marcha, y á las dos leguas escasas llegamos á la capilla que llaman el Oratorio de Merlo, en el que nos detuvimos. Proseguimos hasta llegar á Buenos Aires con el último rumbo, donde entregamos el presente diario, el 31 de Julio de 1796. PEDRO ANTONIO CERVI
Yo temblaba, y tuve que esconderme en el oratorio, porque delante de ellos hubiera perdido la dignidad de mi carácter. ¡Qué modo de saquear!...; en una palabra, la paja de los caballos, las gallinas del corral, los huevos, hasta unos tomates que tenía yo guardaditos en mi escritorio para hacer un gazpachito..., todo, todo se lo llevaron.
15 Y edificó las paredes de la Casa por dentro con tablas de cedro, vistiéndola de madera por dentro, desde el solado de la casa hasta las paredes de la techumbre; y el solado cubrió de dentro con madera de haya. 16 Edificó también al cabo de la Casa veinte codos de tablas de cedro, desde el solado hasta las paredes, y se labró en la Casa un oratorio, que es el lugar santísimo.
¡Por esta reja! ahora su excelencia está en el oratorio, y he podido bajar; pero á las doce su excelencia estará en su dormitorio, y el dormitorio de su excelencia da á un corredor, y este corredor á unas escaleras que están aquí orilla. ¡Ah! ¿conque tu señora se ha venido á lo último de su casa? Vive muy retirada. ¿Y no te atreves á venir por esta reja? No, señor. ¿Pues por cuál?
Palabra del Dia
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