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Pero sus dedos, al sentir el contacto de la epidermis femenina, se inmovilizaron en voluptuoso desmayo para oprimir después, acariciadores, las manos de ella. Y como los ojos de Elena parecían implorar una respuesta á sus recientes preguntas, él hizo un movimiento con su cabeza: «». A partir de este día Watson fué el único acompañante de la esposa de Torrebianca en sus paseos á caballo.

Muy otra debió de parecer a la desabrida marquesa su hija cuando ésta estrenó las primeras galas del hatillo que apresuradamente la hicieron al llegar a Madrid, porque se dejó oprimir entre sus brazos sin protesta, y hasta besar con estruendo en la mejilla.

Y Febrer, sonriendo a impulsos del grato recuerdo, contemplaba su frente abombada, que parecía oprimir con su pesadumbre los ojos imperiosos, pequeños e irónicos, sombreados por gruesas cejas.

Al oprimir aquel cuerpo sin fuerzas, sentía en su pecho el contacto de elásticas prominencias. Mariquita dejaba caer la cabeza en su hombro, como si no quisiera ver, abrumada por el mareo. Sólo una vez se irguió para mirar a Luis, brillándole en los ojos una lejana chispa de rebelión y protesta. Suéltame, Rafaé: esto no está bien. Dupont rompió a reír.

Es preciso no olvidar, que el arsénico, como todos los medicamentos de una esfera de accion muy estensa, obra de dentro afuera en sus relaciones con el sistema sanguíneo, pero que lo realiza de una manera irregular é inconstante. Su accion sobre la vida vegetativa es, por el contrario, mas concentrada, porque su tendencia final es oprimir y desorganizar.

Así, la verdadera historia nacional de los Suizos no comienza sino en el siglo XIV. La batalla sangrienta de Morgarten, ganada contra el duque Leopoldo de Austria, descendiente de Rodolfo de Habsbourg, y contra la nobleza del país coligada para oprimir á los pueblos, aseguró la independencia de los tres cantones que fueron el núcleo de la Confederacion.

Yo persistí en trabajar, pues tenía curiosidad de saber si aquella fuerza salvaje lograría oprimir, poner trabas al libre albedrío, y conseguí no obstante mantener mi pensamiento en actividad, dueño de mismo. Escribía y me observaba. A la larga, sólo la fatiga y la falta de sueño consiguieron trastornar una de mis potencias, creo que la más delicada del escritor, el sentido rítmico.

La letra es suya, y sin embargo parece de distinta mano. ¡Ay! ¡lo que me dice su letra!... Lo veo como al otro, como al infeliz amarrado al poste, cubierto de andrajos, con una delgadez esquelética... ¡Mi hijo! Lubimoff tuvo que oprimir sus dos manos fuertemente, tirar de ellas para sostenerla y que no se arrojase sobre la cama con histéricas convulsiones.

Los lacayos gozaban de la confianza de sus señores, y en el gabinetes de las damas principales los abates componían versos; en los bailes palatinos, las marquesas, utilizando los trenzados ceremoniosos del minué, se dejaban oprimir los dedos.

Corrió Rojas, pero antes de llegar al sitio de la caída, vió cómo el gaucho se incorporaba, sacando un segundo revólver del cinto, sin dejar de oprimir con el otro brazo á Celinda. Así esperó, con aire amenazante, que se aproximase su perseguidor.