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Actualizado: 28 de junio de 2025


Espada sobre su brazo, y sobre su ojo derecho; del todo se secará su brazo, y enteramente será su ojo derecho oscurecido. 1 Carga de la palabra del SE

El que al señor de Bermúdez le faltaba un ojo, como podía faltarle a cualquiera, y que con su hija hubiera estado él, Leto, más o menos atento, no autorizaba a nadie para preguntarle a cada paso, y delante de ciertas gentes, por la salud y el valor, y el saque y otras mil cosas del Macedonio; ni si tomaba o no tomaba varas, o si era blanda o dura de cerviz «la hija de Darío». Era una gran inconveniencia hablar así de personas tan respetables, en un sitio como aquel... o en cualquier otro; y como así lo sentía, así se lo dijo al fiscal, con mucha pena, pero resuelto a que cesaran las bromas.

Quedó Currita atónita con la carta en la mano, mirando atentamente al gallo, que con una pata en alto, torcida la cabeza y fijo en ella el ojo inflamado, parecía ofrecerle caballerosamente, en caso de guerra, el auxilio de sus espolones.

Tanto, que fué necesario rehacer la geografía administrativa de las colonias para ponerla al frente de un virreinato creado exprofeso para ella. En 1806 el ojo especulador de Inglaterra recorre el mapa americano y sólo ve a Buenos Aires, su río, su porvenir.

Don Alejandro Bermúdez permaneció un buen rato como descoyuntado sobre la silla en que se sentaba, con la cabeza gacha y mirando la carta, que estaba a sus pies, hasta con el ojo huero.

La hemicránea, las incomodidades de la cabeza, las odontalgias, los dolores del ojo y del oido, las gastralgias, los cólicos y los calambres que cura la manzanilla, tienen algunos de los caractéres designados. =E.= Afecciones reumáticas.

Ve a la plaza y merca pan y vino y carne: ¡quebremos el ojo al diablo! Y más te hago saber, porque te huelgues: que he alquilado otra casa y en esta desastrada no hemos de estar más de en cumpliendo el mes. ¡Maldita sea ella y el que en ella puso la primera teja, que con mal en ella entré!

Arrancaba delicadamente una ramita y, aplicando el ojo a la lente, examinaba con atención sus particularidades morfológicas. No sólo los grandes árboles añosos, que bordaban el paseo, eran objeto de su atención investigadora.

El doctor se apresuró a montarla, y dijo, mirándola con ternura: «¡He aquí, tal vez, la salvación de la condesaEstas palabras fueron tanto más penosas para Mantoux, cuanto que acababa de echar el ojo a una pequeña propiedad, con sus árboles y su casa para el dueño, el nido que podía apetecer una familia honrada.

No le quitaba ojo, admirada de su aire desenvuelto y de lo bien que le caía el traje de etiqueta; la luz del gas le volvía más pálido y señalaba sus profundas ojeras, esa huella de las malas noches que no puede ocultarse.

Palabra del Dia

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