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Actualizado: 31 de agosto de 2025
El médico de Cebre, atrabiliario, magro y disputador; el notario, coloradote y barbudo, osaban decir chistes, referir anécdotas; el sobrino del cura de Boán, estudiante de derecho, muy enamorado de condición, hablaba de mujeres, ponderaba la gracia de las señoritas de Molende y la lozanía de una panadera de Cebre, muy nombrada en el país; los curas al pronto no tomaron parte, y como Julián bajase la vista, algunos comensales, después de observarle de reojo, se hicieron los desentendidos.
Mi enemigo, agarrado por todas las manos, me dirigió una mirada centelleante de cólera. Luego la cambió por otra irónica, y dijo con aparente sosiego: Vamo, señore, suerten ustedes, que no ha pasao na... Bofetá más o menos, ¡qué importa! Le soltaron, pero sin dejar de observarle con inquietud. Apareció completamente tranquilo.
Algo tuvo que esperar el joven por haber muchos clientes, pero al fin llegó su turno y pasó al estudio ó bufete como se llama generalmente en Filipinas. Recibióle el abogado con una ligera tosecilla mirándole furtivamente á los piés; no se levantó ni se cuidó de hacerle sentar y siguió escribiendo. Isagani tuvo ocasion de observarle y estudiarle bien.
No había ejemplar más a propósito para el estudio. D. Pantaleón comenzó por observarle atentamente durante horas enteras. Esta atención inesperada escamó muy pronto al Clavel. La mirada de Sánchez le ponía inquieto, nervioso. A los pocos minutos no podía menos de levantarse del sitio donde se hallaba para ir a tumbarse más lejos.
Amalia, que apenas le conocía, comenzó a observarle con viva curiosidad. Tanto se le había hablado de él, del cariño y respeto que profesaba a su madre, de su humor melancólico, de sus habilidades, de su piedad exagerada, que deseaba tratarle con intimidad; quería penetrar en el alma de aquel mancebo tan apuesto y tan inocente. No tardó en convencerse de que el amor aún no había prendido en ella.
Como el pobre niño se hallara en aquel momento amodorrado, pudo Don Francisco observarle con relativa calma, pues cuando deliraba y quería echarse del lecho, revolviendo en torno los espantados ojos, el padre no tenía valor para presenciar tan doloroso espectáculo y huía de la alcoba trémulo y despavorido.
¡Qué notable casualidad, Charito querida! murmuró involuntariamente. Pero en seguida sonrió, ocultando el sobresalto de su corazón. Y como Lucía se adelantara precisamente hacia Julio, la llamó, suplicándole viniera a sentarse con ellas en un escaño; podía de allí observarle a sus anchas. ¡Qué sorpresa tendría él cuando saliese de su contemplación!
Palabra del Dia
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