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Actualizado: 12 de septiembre de 2025


Yo, entonces, cortado y pesaroso de mi indiscreción, intenté retirarme, balbuceando algunas frases de disculpa. Pero él me detuvo por un brazo, diciendo en voz alta: ¿Quién es usted? ¿Qué desea? Soy el caballero de la Roche-Bernard contesté; y vengo de Bretaña... Ya , ya repuso. Y me abrazó, obligándome luego a que me sentara junto a él.

Cuando nos quedamos solos esa misma noche y nos paseábamos por una senda extraviada del parque, me manifestó claramente sus intenciones, y me impuso la obligación de aceptarlo como esposo, obligándome a que me casara secretamente, sin que mi padre lo supiera. Me amenazaba con poner en conocimiento de la policía el pretendido crimen, si no aceptaba sus condiciones.

Ir a buscarla al salir de la escuela para acompañarla a casa, era mi sueno de oro; y cuando por alguna ocupación imprevista se encargaba a otra persona tan dulce comisión, mi pena era tan profunda, que yo la equiparaba a las mayores penas que pueden pasarse en la vida, siendo hombre, y decía: «Es imposible que cuando yo sea grande experimente desgracia mayor». Subir por orden suya al naranjo del patio para coger los azahares de las más altas ramas, era para la mayor de las delicias, posición o preeminencia superior a la del mejor rey de la tierra subido en su trono de oro; y no recuerdo alborozo comparable al que me causaba obligándome a correr tras ella en ese divino e inmortal juego que llaman.

En efecto, en el corredor atrapome la señora condesa, la cual después de mostrarse sorprendida y no muy agradablemente con mi presencia, me saludó, obligándome a pasar a la sala. ¿Estabas aquí? preguntó a su hijo.

Fiera sirte aborrecida, cuanto apacible falaz, ¿qué ley aquí nos encierra, que nos tiene siempre en guerra sin darnos nunca la paz? ¡Viene la ola! Sereno busco una tumba en su seno donde tranquilo dormir... En vano, que otra ola avanza fingiéndome una esperanza y obligándome a vivir.

Este, sinembargo, tenia el atrevimiento de subírseme á la cabeza, sin la menor ceremonia, obligándome á multiplicar los brebajes de café. Tuvo al fin piedad de la posadera y me mandó servir puchero. «Un puchero español! me dije con trasporte; vamos, esto será mejor que la Catedral y el Alcázar.» !Mentirosa ilusion!

Palabra del Dia

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