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a ciencia cierta, pues, que me ama profundamente en ese estado, no ignorando tampoco que en sus momentos de lucidez no tiene la menor preocupación por mi existencia, presente o futura. Esto crea así un caso de sicología singular de que un novelista podría sacar algún partido. Por lo que a se refiere, decir que esta doble vida sentimental me ha tocado fuertemente el corazón.

Sin duda que, en mi sentir, nadie ha escrito hasta ahora una más hermosa novela que el Don Quijote, aunque yo no niego que podrá un día escribir alguien otra mejor novela; pero esta mejor novela no lo será porque se haya progresado, sino porque Dios o la Naturaleza, la Providencia o el Acaso, hará que nazca, en Rusia, en Suecia, en Francia, o quién sabe dónde, un novelista más ingenioso, más profundo y más ameno que Miguel de Cervantes.

No he de negar yo que las obras de tan célebre autora puedan haber servido de estímulo al talento del presbítero novelista; pero son tales las diferencias entre lo escrito por él y lo escrito por la ingeniosa hija de Böhl de Faber, que no permiten afirmar la imitación ni suponer que ambos autores pertenecen a la misma escuela.

Pues qué, ¿todo ha de ser lloriqueos, blanduras, dengues, melosidades y tonterías? ¿Se escribe para doncellas de labor y viejas verdes, ó para hombres formales y gentes de sentido comúnQuien así hablaba era la tercera eminencia que componía el jurado, y me parece llegada la ocasión de describirlo. D. Marcos había sido novelista.

Y tomando la acción donde el novelista la había dejado, que era siempre en el acto de celebrarse las bodas de los atribulados amantes, la proseguía en su imaginación fingiéndose con todos sus pormenores la vida venturosa que los esposos llevarían rodeados de sus hijos y recorriendo con las manos enlazadas los sitios donde tan frecuentemente habían caído sus lágrimas.

El novelista ó el dramaturgo no enseña más que el paseante ó el tertuliano. La buena educación y el decoro se les presuponen. Sólo hay una diferencia: que el que escribe suele en todos tiempos usar de mayor libertad de lenguaje que el que va de visita.

Que sea el objeto vértice del ángulo de visión del pintor, y no el pintor vértice del ángulo de contemplación del panorama, como lo es el novelista. El pintor que pinta cuadros de más de dos metros cuadrados, es inexorablemente un pintor superficial.

Cinco filósofos célebres, con las hojas algo ajadas, valían tanto como un novelista mediano acabado de cortar; tres poetas famosos equivalían a un tratado sociológico de segunda mano, en el que hallaba Maltrana una tosca recopilación de cosas harto conocidas.

Había escrito por su temperamento de novelista, como canta el ruiseñor en el bosque, o croa la rana en el pantano. No pensó que su canto pudiera despertar los celos del cuervo. No pensó que su croar interrumpiese el sueño del sapo.

Nadie osará negar estas cualidades á la Odisea y la Eneida, ni al Quijote y el Gil Blas de Santillana, á pesar de sus numerosos episodios. Guardémonos de confundir la armonía con la simplicidad de la acción, ni siquiera con la regularidad de sus partes. Es algo más profundo y espiritual que surge espontáneamente de la belleza del asunto y del equilibrio en las facultades del novelista.