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El médico sevillano D. Javier Lasso de la Vega, se ha dejado llevar de la corriente, ha querido también ser novelista, y ha mostrado que posee las prendas y demás condiciones que para serlo se requieren.

O mucho me engaño, o esto salió de la cabeza de un novelista que se alimenta con judías. El pobre Ido es incapaz... De engañar a sabiendas, eso . Pero no te quepa duda. La primitiva idea de que ese niño es mi hijo debió ser suya.

Yo, una vez pronunciado mi discurso, di por terminada mi actuación política, para correr como simple viajero la hermosa isla que vio en la Edad Media los paseos meditativos del gran Raimundo Lulio filósofo, hombre de acción, novelista y en el primer tercio del siglo XIX sirvió de escenario a los amores románticos y algo maduros de Jorge Sand y Chopin.

Y tal es El buen paño....., del señor D. Juan F. Muñoz Pabón, presbítero de Sevilla, creo que cura de una de las parroquias de aquella ciudad, y en quien, no hará todavía un año, la aparición de Justa y Rufina nos dio a conocer a un nuevo y excelente novelista, ingenioso y discreto.

Los dogmas de esta escuela andan escritos en muchos libros, conforme a la costumbre moderna de escribir cada poeta y cada novelista su propia poética.

Al mundo literario que te aclama le enalteces ¡oh clásico ironista! y a España le has legado con tu fama tu corona de insigne novelista. Mientras se nutra el pecho de ilusiones, de esperanzas y que el alma anhela, y elaboren amor los corazones, triunfará el ideal de tu novela.

Ventajosamente conocido y justamente celebrado era ya este joven malagueño, así por sus bonitas poesías, como por sus graciosos cuentos en prosa, y por sus novelas Cartucherita y El lagar de la Viñuela. Su última obra, La Goletera, viene, en mi sentir, a confirmar su buena fama de novelista alcanzando para él diploma y título de escritor excelente.

Así, pues, reconozco que Barriobero tiene talento, que tiene bellos chalecos de terciopelo y una gran colección de pipas; confieso que es un gran orador, un novelista sagaz y un famoso abogado. Pero yo, francamente, le prefiero y le admiro mucho más como confeccionador de paellas a la valenciana. ¡Qué queréis! Soy un Aquiles vulnerable por el estómago. La noche

Desde el principio de la estación, Max Platel se mostraba muy solícito con ella; la joven estaba envanecida, pues el novelista a un exterior atrayente reunía una reputación lisonjera, y la circunstancia de que se le reconociera talento, aumentaba el mérito de sus atenciones. Y nuestro amigo Huberto Martholl ¿cómo es que no se encuentra ya aquí? preguntó Diana.

La novela participa, como ya he dicho, de la naturaleza del drama y de la de la epopeya, pero más, á mi juicio, de la última. Ahora bien, ¿cuál es este objeto absoluto y estético que el poeta épico y el novelista persiguen?