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Actualizado: 6 de junio de 2025


Bien lo , pero lo que pretende es imposible...» Y se levantó para acompañarme... Entonces tuve un acceso de debilidad, el primero desde que era huérfana; hasta ese día había sido fuerte, pero sentía agotado mi valor. Sufrí un ataque de nervios y de lágrimas. Me repuse, al fin, y partí.

Procuré disimular, sin embargo, porque empezaba a tener miedo. Llegamos a Palencia y mandamos a buscar caballos para ir al día siguiente a Astudillo. Pero al día siguiente me sentí muy mal. La emoción del viaje me había descompuesto los nervios. Me esperaban, por desgracia, otras más fuertes.

El joven ministro, después de unas cuantas horas de soledad, comprendió que el desorden de sus nervios le había hecho incurrir en una explosión de ira, sin que en las palabras del médico hubiera habido algo que pudiera disculparle.

Y Agapo decía que no, que él no sabía nada, no quería saber nada; contrariado, ya no sonreía, arrojando miradas feroces a su alrededor, como si aquel lujo insolente, al despertarse el recuerdo del pasado, insultara su miseria e irritara sus nervios. Se oyeron pasos y voces en la escalera. No huyas, que será alguno de esos fastidiosos que asedian a papá todos los días.

Ana, a quien tanto molestaba aquel abandono en los momentos de debilidad en que los nervios exaltados la mortificaban con tristeza y desconsuelo, cuando estaba serena, sobre todo después de dormir algunas horas o de tomar alimento con gusto, llegaba a sentir un placer sutil, casi voluptuoso en aquella soledad.

Demasiado sabía ella que no era piedad verdadera, que con semejantes arrebatos nada ganaba para con Dios... pero, ¿no serían tampoco más que nervios? ¿Serían indicios peligrosos de un espíritu aventurero, exaltado, torcido desde la infancia?». «Había de todo». El Magistral, procurando vencer la exaltación que le había comunicado su amiga, quiso hablar con toda calma y prudencia. «Había de todo.

Negar la realidad objetiva de muchas cosas y convertirlas en productos de nuestro cerebro y de nuestros nervios sobreexcitados no deja de ser inexplicable maravilla.

Estaba el hombre con los nervios tirantes, sin poder permanecer quieto ni un momento, tan pronto con ganas de echarse á llorar como de soltar la risa. Iba y venía del comedor á la puerta de la alcoba, de ésta á su despacho, y del despacho al gabinete.

Hasta las dos de la madrugada jugó al tresillo: cuando la partida se disolvió, estuvo paseando largo rato por uno de los salones; cansado al fin, se recostó en un diván, y no tardó muchos minutos en prenderle un sueño pesado y letárgico. La tensión en que sus nervios habían estado las últimas horas, había terminado por un enervamiento.

Los de Couprat y el cura almorzaban con nosotros. Oprimíaseme el corazón al ver a Pablo conversando alegremente con Blanca, mientras que yo me hallaba condenada a soportar las atenciones tímidas del señor Le Maltour, cuya cara bonita me atacaba los nervios. He cambiado de idea desde ayer le dije repentinamente; me gustan muchísimo los viajes.

Palabra del Dia

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