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Allí está Mabillon con un viejo pergamino, calándose mil veces los anteojos, y ora tomando la luz en una direccion, ora en otra, por si puede sacar en limpio una línea medio borrada, donde sospecha que ha de encontrar lo que busca, y miéntras el buen monje se halla atareado en su faena se le llega un naturalista rogándole que disimule, y armando su microscopio se pone á observar, si descubre en el pergamino algunos huevos de polilla.

La Regenta cayendo, cayendo era feliz; sentía el mareo de la caída en las entrañas, pero si algunos días al despertar en vez de pensamientos alegres encontraba, entre un poco de bilis, ideas tristes, algo como un remordimiento, pronto se curaba con la nueva metafísica naturalista que ella, sin darse cuenta de ello, había creado a última hora para satisfacer su afán invencible de llevar siempre a la abstracción, a las generalidades, los sucesos de su vida.

Las tres venían provistas de sendos impertinentes, con los cuales empezaron inmediatamente a llevar a cabo atentas y concienzudas observaciones sobre los invitados, como el naturalista que estudia al microscopio la figura y los movimientos de algunos infusorios.

No olvidemos que Alfredo Capus es ingeniero de minas, y que así como antes, en su modo de juzgar las virtudes y errores humanos, aparece el literato influenciado por el naturalista defensor de la «adaptación al medio», ahora le vemos sujeto al criterio inexorable y rigorista del matemático que, sabiendo cómo todas las palpitaciones cósmicas, desde la rotación de las nebulosas y de los astros, hasta el primer rebullo vital de la célula, son el cociente de una suprema operación algebráica, busca el equilibrio del mundo moral en una especie de fórmula numérica que presida el reparto, al parecer arbitrario y casual de las bienandanzas y pesadumbres.

Entonces era cuando Raimundo recobraba un poco de libertad y osaba mirar a la diosa cara a cara. Clementina le embromaba a menudo por sus aficiones científicas, entraba en su despacho y dejaba esparcidos por la mesa o por el suelo los cartones de las mariposas. Esto, que si otra persona lo ejecutase produciría en la casa una catástrofe, hacía reir al joven naturalista.

Clementina no simpatizaba mucho con los hombres de ciencia, pero le infundían cierto vago respeto mezclado de temor, como seres extraños a quienes una parte del mundo concede superioridad. ¿Es usted naturalista? le preguntó después. Estudio para serlo. Mi padre lo ha sido....

De todo lo cual resulta que el único naturalista acérrimo y consecuente es Emilio Zola, puesto que sus discípulos apenas merecen ser nombrados. Todo naturalista es realista, si se mantiene fiel a los preceptos de su escuela; pero no todo realista es naturalista.

Habría en ello algo de profanación sacrílega, no ya en virtud de la religión del espíritu, sino del respeto hasta religioso que la materia misma, tan bien organizada, debe infundir. Ya usted notará que, en realidad, yo no voy contra usted en lo que digo. Voy contra la escuela mal llamada naturalista, que le pervierte y extravía.

Algunos bandidos más audaces se apoderan de su trompa de succión é intentan extraerla del pozo.... Interrumpo al naturalista.

Entre las concavidades de las rocas marinas, en lechos de algas o sobre las cernidas arenas de la playa, deposita el pez hembra sus huevas; deslízase luego sobre ellas el amoroso macho, y las fecunda. ¿Culpa nadie de obsceno al naturalista que lo consigna en sus libros?