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Actualizado: 12 de julio de 2025
El producto de la única vaca que tenía el tío Nardo, vendida de prisa y al desbarate, dió justamente para los gastos de equipo del futuro indiano y para el pequeño fondo de reserva que debía llevar consigo, fondo que se aumentó con medio duro que el señor cura le regaló el mismo día que le confesó; con seis reales del maestro que le dió últimamente lecciones especiales de escritura y cuentas, y con la media onza de que tiene noticia el lector.
El argumento del apóstol traidor ante el vaso de nardo derramado inútilmente sobre la cabeza del Maestro, es, todavía, una de las fórmulas del sentido común. La superfluidad del arte no vale para la masa anónima los trescientos denarios. Si acaso la respeta, es como a un culto esotérico.
Engañar á quien engaña. Tomo CXXXI, que contiene: Los bandos de Sena: págs. 114-138. Querer más y sufrir menos. Nardo Antonio Vandolero: págs. 235-254. El engaño en la verdad. El príncipe despeñado. Las sierras de Guadalupe. Amar como se ha de amar: representóla Suárez. El nacimiento del Alba. Se comprende sin esfuerzo que mi presunción se refiere á las piezas, cuya paginación he indicado.
Todo esto junto produce un ruido infernal. Tío Nardo se marea, su mujer solloza y Andrés observa impávido. De aquella turba de niños, algunos lloran, otros meditan tristemente reclinados contra la borda, otros miran atónitos cuanto les rodea..., ¡muy pocos ríen!
La desdichada madre siente que hasta la voz le falta para decir el último «adiós». Andrés comprende por primera vez lo que es perder de vista su hogar y su patria, y lanzarse niño y solo á los desiertos del mundo, y también por primera vez llora, y acaso se arrepiente de su empresa; tío Nardo mira hacia el Muelle y procura no hablar para que no se vean las lágrimas que al cabo vierte, ni descubra su voz la pena que hay en su pecho; y deseando abreviar aquella escena por afligir menos á su hijo, estréchale en silencio entre sus brazos, coge por otro bruscamente á su mujer y desciende con ella al bote, imponiéndose la dura penitencia de no mirar á la fragata hasta que llegue al Muelle.
Creció en edad, y la idea de irse á América fué el tema de todas sus ilusiones; y tanto y tanto insistió en su proyecto, que su familia comenzó á deliberar sobre él muy seriamente. Un día fueron tío Nardo y su mujer á consultarlo con don Damián, indiano muy rico de aquellas inmediaciones, y de quien ya hemos oído hablar.
Los tres caminan sin decirse una palabra: tío Nardo con las más visibles muestras de indiferencia; su mujer abismada como siempre en su pena, y mirando al través de sus lágrimas el barco fatal que espera á su hijo, meciéndose sobre las aguas á una milla del Muelle.
Palabra del Dia
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