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Actualizado: 3 de junio de 2025


FLAN DE NARANJA.

Hasta él llegaba el rumor de la concurrencia, mayor que otros días, con motivo de su llegada. ¿Qué iba a hacer allí? Hablar de los asuntos del distrito, de la cosecha de la naranja o de las riñas de gallos, describirles cómo era el jefe del gobierno y el carácter de cada ministro.

De noche cruzaba los brazos y decía: «aquí la tengo; nadie me la quitará...». Cuando me dijeron que me había olvidado, no lo quería creer. Salí a la calle y todo el mundo se reía de . ¡Espantosa noche! Escupí al cielo y lo dejé negro... Me metí la mano en el pecho, saqué el corazón, lo estrujé como una naranja y se lo arrojé a los perros.

Esta media naranja con sus tres cúpulas, una de las cuales, la de los Bienaventurados, tiene un diámetro de veinte á veinte y cinco varas; con su pórtico, con sus estátuas, con su columnata circular, con sus doce ángulos dorados, con sus trofeos brillantes, con su rica veleta, es una de las creaciones artísticas más acabadas que yo he visto.

Llegaba ella a tocarla con la mano, y la naranja se le deslizaba otra vez y continuaba su camino. Embelesada estaba la lavanderilla en tan inaudita persecución, cuando notó al fin que se hallaba en un bosque intrincado, y que la noche se le venía encima, oscura como boca de lobo. Entonces tuvo miedo, y rompió en desconsoladísimo llanto.

Mas para mostrarlo mejor, figurémonos que Dios hubiese hecho al mundo no mas que de la grandeza de una naranja, y que hubiera colocado en él á los hombres tan pequeños, que tuviesen con aquel mundo la misma proporcion que hoy tenemos con este que habitamos; en tal caso es cierto, que el mundo que aquellos hombres habitarian les pareceria tan grande como nos parece á nosotros el nuestro, y lo sería si se considerase segun la proporcion que tenia con ellos, pero no en la realidad.

Despechada entonces la muchacha, partió la naranja y vio que por dentro era como las demás. Se la comió, y le supo a lo mismo que cuantas naranjas había comido antes. Ya apenas dudó de que había soñado. Ningún objeto tengo, añadió, con que convencerme a propia de la realidad de lo que he visto; mas iré a ver a la Princesa y se lo contaré todo, por lo que pueda importarle.

Agitada por la danza, chasqueando los dedos para imitar el ruido de las castañuelas, su vocecita sonora y dulce decía con lánguida y soñolienta música: Toma, niña, esta naranja que he cogido de mi huerto, no la partas con cuchillo que está mi corazón dentro.

Quelo un pez... gruñó el Pituso frotándose con mal humor los ojos. Mira le decía Rafaela , tu mamá te va a comprar un pez de dulce. Pae Pepe... repitió el chico llorando. ¿Quieres una pandereta?... , una pandereta grande, que suene mucho. Las tres hacían esfuerzos para acallarle, ofreciéndole cuanto había que ofrecer. Después de comprada la pandereta, el chico dijo que quería una naranja.

Recordó la romería de San Blas, en la carretera de la Fábrica Vieja; aquella tarde de sol que era una fiesta del cielo; la torre de la catedral allá arriba, como en la cúspide de un monumento, encaje de piedra obscura sobre fondo de naranja y de violeta de un cielo suave, listado, de nubes largas, estrechas, ondeadas, quietas sobre el abismo, como esperando a que se acostara el sol para cerrar el horizonte.... Sin saber cómo, San Blas anunciaba la primavera; Ana esperaba ya aquellos días en que, con largos intervalos de mal tiempo, aparece un poco de luz que arranca vibraciones de alegría y resplandor al verde dormido de los campos vetustenses; aquellos días que son algo mejor que Abril y Mayo; su esperanza.

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