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Actualizado: 26 de junio de 2025


Solo nací- solo muero. 206 El negro, después del golpe, se había el poncho refalao y dijo: vas a saber si es solo o acompañado. 207 Y mientras se arremangó, yo me saqué las espuelas, pues malicié que aquel tío no era de arriar con las riendas. 208 No hay cosa como el peligro pa refrescar un mamao; hasta la vista se aclara por mucho que haiga chupao.

En efecto, yo nací para ejemplo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y asiesten las flechas de la mala fortuna.

ALVAR. Aquí podéis escuchar, Que parece algarabía. Canten dentro. En Cartama me he criado, Nací en Granada primero, Y de Alora soy frontero Y en Coín enamorado. Aunque en Granada nací Y en Cartama me crié, En Coín tengo mi fe Con la libertad que di. Allí vivo adonde muero, Y estoy do está mi cuidado, Y de Alora soy frontero Y en Coín enamorado.

Opino que ha hablado de esta suerte á la Naturaleza: «Nací sin ambición: no pido, pues, los brillantes dones de los señores moluscos; no fabricaré ni nácar ni perla; no quiero colores vivos, lujo que atraería sobre las miradas de los demás.

¿Y por qué había de guardarme rencor? ¿Por la risa del otro día?... ¡Pues, hijo, si yo nací riendo, y hasta es fácil que me ría cuando esté dando las últimas boqueadas! Hace usted bien en reírse, y aunque sea de se lo agradezco por el gusto que me da el ver una boca tan fresca y tan linda. ¡Oiga! ¿No sabe que es pecado echar flores a una monja, y mucho más que ésta las escuche?

No puede llamarse con verdad desdichada la criatura que no lo fue desde su nacimiento, y aun en el seno yo de mi madre, para empezó la desdicha. Nací en esta hermosa ciudad de Sevilla, y en su calle que llaman del Hombre de Piedra, y con tan dura fortuna, que el instante del primer aliento mío, fue el del postrero de mi padre.

Cuatro veces sosegó, y otras tantas volvió a su risa con el mismo ímpetu que primero; de lo cual ya se daba al diablo don Quijote, y más cuando le oyó decir, como por modo de fisga: «Has de saber, ¡oh Sancho amigo!, que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la dorada, o de oro.

Yo que creí que era Manrique... ¡Ay de ! Todavía me estremezco. Por él me aborrece ya. JIMENA. ¿Don Manrique? LEONOR. , Jimena. JIMENA. ¿De vuestro amor dudará? JIMENA. ¿Siempre llorando, mi amiga? No cesas... LEONOR. Llorando, ; yo para llorar nací; mi negra estrella enemiga, mi suerte, lo quiere así. Despreciada, aborrecida del que amante idolatré, ¿qué es ya para la vida?

Conozco bien este condado, aunque nací en el de Austin, en la aldehuela de Cando, y nada tengo que decir contra vosotros los de Hanson, pues no hay en la Guardia Blanca arqueros ni camaradas mejores que los que aprendieron á tirar el arco por estos contornos. Iremos contigo hasta Munster, muchacho, ya que eso poco nos apartará de nuestro camino.

Vida de mis pensamientos Y de mis temores fríos; Descanso de mi esperanza, Fin de mis deseos cumplidos, Centro de aquestos sentidos Y cielo que el alma alcanza; Gloria que esperé y temí, Regalo que imaginé, Premio de mi pena y fe, Para quien sólo nací. Hálleme agora la muerte, Que esta noche me ha buscado.

Palabra del Dia

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