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Pero la noche que precedió al triste día de mi partida, ella lloró, gimió y suspiró, y se fue, y me dejó lleno de confusión y sobresalto, espantado de haber visto tan nuevas y tan tristes muestras de dolor y sentimiento en Luscinda. Pero, por no destruir mis esperanzas, todo lo atribuí a la fuerza del amor que me tenía y al dolor que suele causar la ausencia en los que bien se quieren.

En fin, él da tales muestras de tener apasionado el corazón, que tememos todos los que le conocemos que el dar el mañana la hermosa Quiteria ha de ser la sentencia de su muerte.

Y en efecto, no tardé en convencerme de que me engañaba; no habló a nadie, a nadie se acercó, y tampoco dio muestras nadie de conocerle. Cuando comenzó el ensayo, traté de descubrirle en la orquesta, entre los aficionados, y no le encontré allí. Aunque la sala estaba poco alumbrada, me pareció verle en el palco que la víspera había contemplado con tan profunda emoción.

Acabaron de cenar, levantaron los manteles, y, en tanto que la ventera, su hija y Maritornes aderezaban el camaranchón de don Quijote de la Mancha, donde habían determinado que aquella noche las mujeres solas en él se recogiesen, don Fernando rogó al cautivo les contase el discurso de su vida, porque no podría ser sino que fuese peregrino y gustoso, según las muestras que había comenzado a dar, viniendo en compañía de Zoraida.

Aspiró algunos minutos con placer el fresco y cuando se disponía nuevamente a sentarse una ráfaga de viento le llevó el sombrero. Las dos señoras levantaron la cabeza al oír la interjección que soltó, pero no dieron muestras de pesar ninguno por el accidente.

»Todas estas demandas y respuestas revolví yo en un instante en la imaginación; y, sobre todo, me comenzaron a hacer fuerza y a inclinarme a lo que fue, sin yo pensarlo, mi perdición: los juramentos de don Fernando, los testigos que ponía, las lágrimas que derramaba, y, finalmente, su dispusición y gentileza, que, acompañada con tantas muestras de verdadero amor, pudieran rendir a otro tan libre y recatado corazón como el mío.

Finalmente, a las diez vieron distintamente a don Quijote, a quien dio voces Sancho, diciéndole: -Sea vuestra merced muy bien vuelto, señor mío, que ya pensábamos que se quedaba allá para casta. Pero no respondía palabra don Quijote; y, sacándole del todo, vieron que traía cerrados los ojos, con muestras de estar dormido.

Durante un par de años estuvo rodando por los ferrocarriles con sus cajas de muestras. De Barcelona hasta Huelva, y desde Pontevedra a Almería no le quedó rincón que no visitase, deteniéndose en Madrid todo el tiempo que podía.

Mientras duró en la villa la impresión del suceso, se le tributaron aquellas muestras de admiración a que era sin disputa acreedor. Sus mismos enemigos al verle pasar, le miraban con respeto, ya que no con simpatía.

Pero lo que a Juanito le encantaba más en su parroquiana era la sonrisa y aquella dentadura que en el fondo carmesí de la boca brillaba nítida, igual, sin una picadura, sin una pieza saliente, como esas muestras perfectas que los dentistas colocan en sus escaparates. Esta amistad, que se estrechaba por encima del mostrador, iba siendo una necesidad para los dos.