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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Afirman muchas personas, en mi sentir sin reflexionarlo bien, que la moralidad de las narraciones fingidas consiste en que la virtud triunfe y en que el vicio sea castigado; pero, si bien se recapacita, semejante moralidad no es de buena ley.
Cuando se calló, el juez, que la había oído asombrado y casi intimidado, dijo a su vez, con acento frío y severo: No vamos a discutir ahora sobre la moralidad de los principios que usted profesa. ¿No sería mejor que me dijera de qué modo era la Condesa un obstáculo para usted? ¿Qué podía usted temer seriamente de ella?
Nó, la moralidad de las acciones, no es un negocio de cálculo: el virtuoso alcanza premio; puede tambien desear este premio; mas para que el acto sea virtuoso, se necesita algo mas que la combinacion para alcanzarle; es preciso que hallemos algo que haga el acto meritorio del premio; y ni siquiera concebimos que pueda estarle reservado el premio á ningun acto, sino porque en sí mismo es meritorio.
¡Casarse!... no lo creas... Pues poco lo habrían cacareado... Nada, viven como los animales... Es una indecencia que nos inviten a vivir en su compañía. Pues ¿qué?... ¿no hay ya distinciones entre las personas, no hay moralidad? ¡Creen que nosotros tenemos tan poca vergüenza como ellos...!
Los sistemas á que me refiero suponen la idea de moralidad distinta de la del amor de Dios, pero yo digo que la esencia de la moralidad es el mismo amor de Dios.
Voy á reasumir en pocas palabras todo lo expuesto sobre la moralidad, sobre la tan cacareada moralidad del pueblo parisiense: Tal vez me hago insufrible á mis lectores; pero esto es una operacion de cirujía, y todos tenemos la obligacion de ser pacientes hasta donde podamos aguantar. Cuando, él lector no pueda más, tiene el recurso de quemar mi libro.
La estadística, que forma la verdadera historia de los pueblos, presenta en la antigua Helvecia con respecto á instruccion y moralidad caractéres propios de la civilizacion, datos consoladores, cifras envidiables. Entre los lagos mas notables de la Suiza, sobresale y descuella el de Lucerna, ciudad católica, y una de las primeras.
No veo, no hallo la verdadera y única moralidad. Hallo y veo una virtud que es virtud mientras que ve un castigo; que puede ser vicio, que lo es frecuentemente, cuando se ve sola, léjos de la ley y de su pena, léjos de la opinion y de su fama; una virtud que obra bien, siempre que no puede obrar mal impunemente. Hallo y veo una hábil hipocresía. Hallo y veo un egoismo sábio.
Si aunque realice este órden, la criatura en su libertad no ama el mismo órden, y procede por motivos independientes de él, su voluntad, ejecutando materialmente el acto, no ama lo que Dios ama; y hé aquí la linea divisoria de la moralidad y de la inmoralidad.
El áspero granito, muy al contrario, ve bajo sus pies el mar con sus innumerables peces; encima otra vida, la población interesante, modesta, de los industriosos moluscos, pequeños obreros cuya laboriosa existencia constituye el serio encanto, la moralidad del mar. «Reina silencio profundo. Ese pueblo infinito es mudo, nada me dice.
Palabra del Dia
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