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Sufro mucho al considerar mi inutilidad... ¿De qué he servido hasta ahora?... Calló un momento, como si abarcase con la imaginación todo su pasado. A veces pienso continuó que la guerra, con todos sus horrores, tiene algo de bueno. Sirve para que seamos útiles á nuestros semejantes.

Desde el momento en que supo que estaba allí se presentó por mismo a ella, con una impertinencia cuyo espectáculo hubiera regocijado a todas las mujeres honradas de París. Nada hay que plazca más profundamente a las mujeres virtuosas que ver tratar desvergonzadamente a las que no lo son.

Levantóse este de muy mal humor, vistióse muy despacio con su elegancia acostumbrada, almorzó parcamente y sin apetito, y marchóse luego al Veloz, dejando a Damián la orden de llevarle allí al momento cualquiera carta o recado que para él llegase.

A llegó para Lázaro el momento decisivo de la lucha, el instante supremo en que las vacilaciones y las dudas habían de resolverse, informando en uno u otro sentido una resolución que decidiera de su vida.

Verdad es que en el momento que yo me acerqué a la mesa discutían con calor si una pieza de un compañero estrenada en Martín la noche anterior daría entradas o no; sería un éxito «metálico», como decía gráficamente uno, o simplemente literario. Cuando terminó la disputa, al cabo, se fijaron un poco más en .

Era yo demasiado feliz; debía conocer el verdadero dolor... Te confieso que en el primer momento casi sentí alegría: una alegría egoísta de madre. ¡Prisionero! Esto representaba la seguridad de su existencia; ya no me lo matarían en un combate aéreo; ya no estaba en peligro de morir despedazado ó quemado debajo de su aparato roto. ¡Pero luego!...

El momento habia llegado; el Senado veneciano, que jamas se dejaba imponer, y que en mas de una ocasion tuvo arranques que no correspondian á un poder republicano, dispuso, é hizo bien á mi juicio, en atencion á las fatales consecuencias que producia, que todas las góndolas, sin exceptuar una, fueran iguales, y estuvieran cubiertas con una bayeta negra.

La marquesa se santiguó vivamente no bien desapareció el lacayo, fijó un momento sus grandes y vivos ojos negros en un cuadro bellísimo de la Virgen que había en el testero, y volvióse hacia la puerta, tan risueña, tan señora y tan serena como cuando recibía en Madrid a sus amigos íntimos.

En el momento del arranque, al sentir aquella casa de madera arrastrada por diez mulas frenéticas, como si la impeliese el huracan, la primera impresion es de miedo, de cólera y horror. Arriba, una cueva que se llama cupé, donde empacan á cuatro bultos numerados del género humano.

Detrás de Materne, Hexe-Baizel, con un largo escobón de retamas verdes en la mano, la cabeza erguida y vuelta de espaldas al borde de la peña, pareció llamar un momento la atención del oficial. A su vez, él era objeto de una curiosidad singular.