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Actualizado: 10 de mayo de 2025


La viejecita que vive entregada a la devoción, que asiste y reza con frecuencia en la catedral de una capital de provincia, está muy diestramente retratada. El autor logra casi desde luego, con buen tino y exquisito arte, hacer que nos interesemos por Prisca, que así se llama la viejecita. También ella tuvo en su remota mocedad tiernos y delicados amores.

La devota sumisión á su mujer añadía á dicha calidad de correcto una tintura de mansedumbre. Don Valentín había sido en su mocedad muy buen católico, pero sin fervor penitente y sin inclinaciones místicas y contemplativas. Ahora, por no desazonar á su mujer, se esforzaba por remedar á San Hilarión ó á San Pacomio.

Doña Manolita había ya visto el cuadro otras varias veces, pero nunca le hizo más honda impresión que en aquel momento; cuando se unieron la lozanía de la mocedad, la exuberancia de la vida y la hermosura briosa de doña Luz con tal fiel trasunto del dolor y de la muerte.

Informó, además, a su amo de que Rafaela, la criada de ambas Juanas, a quien él conocía, era muy callada, muy lista y muy experimentada, porque frisaba ya en los cincuenta años y la había corrido en su mocedad, y si bien la Fortuna siempre le había sido adversa, ella sabía dónde le apretaba el zapato.

Todo, sin duda, está ordenado, perfecto, hermoso hoy como antes y como siempre. No exhalo la menor queja. En hay admiración y agradecimiento. La providencia, la fortuna, lo que quiera que sea, me ha mimado y me ha acariciado en vez de herirme. ¿Qué habrá sido de cuantas en Cádiz y en Sevilla fueron las compañeras de mi primera mocedad?

En Villabermeja se conoce que hirió más la imaginación popular por su modo de ser y de pensar que por sus hechos. Sus hechos conocidos, salvo algún extravío de la mocedad, más le califican de buena que de mala persona. De todos modos, ¿V. cree que el Comendador era una persona notable? Y mucho que lo creo. Yo contaré á V. lo que de él, y V. juzgará.

Como el Rodolfo de mi novela, gran lector de libros románticos, eran todos mis compañeros de mocedad, te lo aseguro a fe de caballero, y ni más ni menos que como Villaverde algunas ciudades de cuyo nombre no quiero acordarme. Ruégote por tu vida, amigo lector, que no te metas en honduras, que no te empeñes en averiguar dónde está Villaverde, cuna de mi protagonista.

Mi segunda mocedad decía Morsamor ha sido peor empleada que la primera. ¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad y singularmente nuestros afanes, trabajos y aspiraciones. Pienso a veces que me valiera más no haberme remozado; pero, arrastrado por esa corriente de ideas negras, voy más lejos aún y exclamo: ¡mejor sería no haber nacido!

Son dos hermanas solteronas, que en su mocedad fueron ricas y que han venido a menos.

Quizás por esta razón, y no porque apenas se in rerum natura, no alcancé nunca el amor de una chacha Victoria joven. Si le hubiera alcanzado, poco tierno soy de corazón, pero no lo dude V., hubiera muerto bendiciéndola, como murió el cadete, ó hubiera conquistado por ella y para ella, no el grado de capitán, sino el mundo. En fin, ya pasó la mocedad, y no hay que pensar en novelerías.

Palabra del Dia

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