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Actualizado: 28 de junio de 2025


La lucha entre la argucia del macamba y la persuasión del misionero, era tanto más tenaz cuanto que tenía por palenque la condición del natural, el cual admitía cuantas ideas llegaban á su escasa comprensión.

Por eso mi nuevo prelado secular me envió a esta aldea, donde he procurado trabajar cuanto me ha sido posible, consolándome de no realizar aún mis proyectos, con la idea de que en estas montañas también soy misionero, pues sus habitantes vivían, antes de que yo viniese, en un estado muy semejante a la idolatría y a la barbarie.

Sintieron los indios inconsolablemente la pérdida de su amantísimo Misionero á quien ellos llamaban Padre cariñosísimo de su alma. Fué el P. Fideli natural de Ciudad de Regio, en Calabria, hijo de padres de la primera nobleza de ella, bien que por su humildad y desprecio del mundo jamás dió la menor noticia de su calidad.

El Misionero de aquella Reducción, que con sus sudores había ganado aquella alma para Dios, envió al punto tras él á algunos fervorosos cristianos, que habiéndole alcanzado en una Ranchería de infieles, le reconvinieron con la promesa que había hecho á Dios en el bautismo y con la palabra que había dado á los Padres de quedarse en el pueblo de San Rafael.

Ella, que sabía muy bien lo que trataban, procuró encubrirlo con una falsa risa, respondiendo no sabía la causa. Temióse el Misionero no fuese alguna borrachera; y para certificarse y atajarla, instó á la india descubriese la verdad. Ella, recelando por esta instancia que ya el P. lo supiese, le descubrió toda la conjuración que contra su vida tenían tramada.

Y á la verdad, uno entre otros engaños en que vivía cuando en Europa ardía en deseos encendidos de venir á Indias, era persuadirme que para un Misionero Apostólico de estas partes, bastaba tener un gran celo de las almas; pero quien leyere esta relación, hallará que son más las ocasiones de ejercitar la interna abnegación del ánimo, la paciencia, la humildad y la mortificación en mismo, que el celo de las almas con los otros, cuando yo refiero aquí poco más que trabajos corporales, que son la menor parte de los que se ofrecen que sufrir.

Era indecible el gozo y consuelo del ferviente Misionero, viendo crecer, por medio de la gracia del Espíritu Santo, á aquellas plantas noveles, no sólo en la piedad, sino en el número; porque corriendo la voz de que había en el país un predicador de la ley santa, los indios Penoquís, que estaban más adelante, hacia Santa Cruz la Vieja, le despacharon una embajada pidiéndole les hiciese una gracia y se dignase visitarlos, porque querían hacerse también ellos cristianos, y que si no iba, ellos, con su buena licencia, vendrían á verse con él.

No es fácil de explicar cuanto trabajase el buen P. Misionero con otro compañero Jesuita, en instruir en los principios de la ley divina á gente que parecía no tener ni aun el primer instinto de la naturaleza, ni de qué medios de caridad y de celo se valieron para hacerlos, de bestias, racionales, y de racionales, cristianos.

Añade el P. Sebastián de Samartín, Superior que fué de aquellas Reducciones: «Todo se puede sufrir por ellos, por el afecto que tienen á la fe, á la devolución y á lo que es Dios ó de DiosPero más por extenso habla el Padre Misionero de la Reducción de San Joseph de la piedad de su pueblo, en la Cuaresma del año de 1705.

Créete que ha venido Dios a vernos, y si ahora no nos portamos bien, merecemos que nos arrastren. Fortunata hubiera dicho para : «¡Vaya un moralista que me ha salidopero no tenía noticia de esta palabra, y lo que dijo fue: «Ya estoy de misionero hasta aquí», usando la palabra misionero con un sentido doble, a saber: el de predicador y el de agente de aquello que Rubín llamaba su misión. ix

Palabra del Dia

rigoleto

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