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Actualizado: 28 de junio de 2025


En ciertos pasos estrechos, el remo no puede abrirse paso; el mar constituye una masa sólida. Millones y más millones, ¿quién sería osado á contar el número de esas legiones? Dícese que en una ocasión, cerca del Havre, halló un pescador en sus redes ochocientos mil arenques, y en un puerto de Escocia se pescaron once mil barriles en una sola noche.

Segun una memoria publicada en Lóndres en enero de 1857, las personas que viajaron por el Támesis en todo el año de 1856 fueron en número de cuatro millones.

Berulle me dijo veinticinco millones... y Berulle está muy al corriente de las cosas de América. ¡Veinticinco millones! ¡Un buen bocado para Romanelli! ¡Cómo! ¿Romanelli? Se corre que se casa con ella, que ya está decidido el matrimonio. Matrimonio decidido, sea; pero con Montessan, no con Romanelli... ¡Ah, al fin principia el baile! Cesaron de hablar.

Todavía no es posible la suposición de que sean tan necios los mercaderes y contrabandistas cubanos que hayan tenido el capricho irracional de dar á los empleados los doscientos millones, en vez de darlos al Tesoro.

Al otro lado del mar, en las costas del Atlántico y el Pacífico, o acopladas en las laderas de los Andes como los nidos de los cóndores, existían miles de ciudades unificadas por el idioma, las costumbres y un concepto peculiar del honor. Ochenta millones de seres hablaban el castellano y pensaban en él.

El vaso es demasiado grande para una lágrima: es cierto. Pero también la gota se pierde en el mar... y sin embargo, allí está. Salvatierra siguió hablando, como si quisiera convencerse a mismo. ¿Qué significaba la grandeza o la pequeñez? En una gota de líquido existían millones de millones de seres, todos con vida propia: tantos como hombres poblaban el planeta.

Todo esto se guarda en el tesoro del Vaticano, y constituye una colección de riquezas no igualadas por todos los millones de los modernos millonarios.

Esta obligación era preciso pagarla con sus brazos, con el sacrificio que rechaza al peligro... Y él había eludido el reconocimiento de su firma, fugándose y traicionando á sus ascendientes. ¡Ah, desgraciado! Nada importaba el éxito material de su existencia, la riqueza adquirida en un país remoto. Hay faltas que no se borran con millones. La intranquilidad de su conciencia era la prueba.

Quería dar mi nombre, mis millones, y la mitad de mi lecho de oro a una señora de la familia de Ti-Chin-Fú, y no me lo permiten los prejuicios sociales de una raza bárbara. Pretendo, con el botón de cristal del Mandarín, reconstituir los destinos de China, traerle nuevas prosperidades, y me lo veda la ley imperial.

Quince millones; pero no en papelotes, sino en oro acuñado y reluciente, en libras esterlinas y monedas de veinte marcos. Los embarcaron en dos remesas en Hamburgo y Southampton: es dinero que los Bancos de Europa envían a los de la Argentina para hacer préstamos a los agricultores, ahora que se preparan a recoger las cosechas. Y en todos los viajes de ida o vuelta nunca va de vacío el tal tesoro.

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